En un terreno de cinco tareas, Leonides Mateo siembra, abona, muele y envasa su propio cultivo; la calidad es su sello distintivo

A sus 70 años, Leonides Mateo cultiva, cosecha, muele y envasa orégano con sus propias manos en una finca de cinco tareas en la comunidad Los Plátanos de Juan Adrián, provincia Monseñor Nouel.

Allí ha encontrado un nuevo propósito lejos del bullicio de la capital. Hace más de una década dejó atrás su vida en Santo Domingo, donde por cuarenta años trabajó primero como chofer y luego como panadero y repostero. Ha sabido moverse con éxito de un oficio a otro.

Hoy, este hombre delgado, de voz intensa y mirada firme, ha convertido lo que comenzó como un pasatiempo en una actividad productiva, sin que deje de ser, para él, una forma de distracción y conexión con la tierra. Le encanta.

Todo empezó de manera modesta: sembró unas cuantas matas de orégano frente a su casa, por curiosidad. Cuando cosechó las primeras 20 o 25 libras, las regaló. “Vi que a la gente le gustó mucho, y ahí decidí seguir”, le dice al periódico elCaribe, que ha ido a visitarle en la propiedad, en una mañana con pronósticos de mucha lluvia. Así fue tomando forma una pequeña empresa personal que no tiene nombre comercial visible -aunque en un tiempo usó etiquetas que decían “D Leo Orégano”- ni empleados, solo la disciplina y las manos de Leonides.

Hoy mantiene unas cinco tareas de terreno sembradas, divididas en tres etapas o filas, que le permiten una producción escalonada. “Lo siembro por tiras, así cada cierto tiempo hay una lista para cortar”, explica, mientras el fotógrafo Jhonny Rotestán captura la primera imagen de este hombre emprendedor. Su cosecha mensual promedio es de cuatro a cinco quintales, aunque la naturaleza de la planta permite cortar mucho más cuando el clima y el abono acompañan.

El orégano suyo lo reproduce por esquejes, no por semillas. Leonides toma una ramita de una planta ya madura, la siembra y espera de cuatro a cinco meses para el primer corte. Después, cada tres meses puede sacar nuevos retoños de la misma planta. Algunas matas las tiene desde que comenzó a sembrar, hace más de tres años, y aún siguen produciendo (comercialmente hablando).

“Es una planta que, si se cuida y abona, da bastante”, asegura. Pero no todo es simple en el campo. El año pasado enfrentó una plaga de mosquita blanca, que amenazó con destruir la producción, pero no lo consiguió. “Tuve que aplicar un producto especial para poder salvarla, porque eso se riega rápido”, rememora. Además, el orégano tiene sus exigencias: necesita pleno sol, poca humedad y espacio. “Hay que sembrarlo separado, mínimo dos cuartas de distancia, porque si se moja mucho, se pierde”, explica con precisión. Maneja el tema al dedillo, tanto que deja sorprendido al chofer Rafael Arias (alias Nueva York), quien formó parte del equipo del diario en el viaje.

Leonides realiza todo el proceso: desde preparar la tierra, sembrar y abonar (usa fertilizante Triple 15), hasta cortar, secar, moler y envasar el producto. No emplea maquinaria compleja, sino una simple que él mismo armó, ni tiene empleados. Lo hace todo solo. “Es un trabajo que me entretiene”, dice.

El precio de su orégano ha subido recientemente, de RD$100 a RD$125 por frasco grande, debido al aumento del costo de los insumos, especialmente el abono. Aún así, la demanda sigue en aumento, especialmente en Santo Domingo, donde recibe llamadas frecuentes de clientes que ya conocen su producto. Y lo recomiendan.

Por experiencia, Leonides dejó de vender a intermediarios. “Antes les llevaba a surtidoras, pero tardaban demasiado en pagar”, comenta. Ahora prefiere vender directamente a consumidores.

“El que compra una vez, casi siempre repite. El orégano es bueno”. asegura, con la certeza que le da conocer lo que hace “de cabo a rabo”. Pese a que su producción es apreciada, no tiene interés en expandirse demasiado. Aunque familiares le han ofrecido terrenos adicionales para aumentar la siembra; él lo ha rechazado. “No quiero más carga. A mi edad, lo que busco es estar tranquilo”, reconoce.

Leonides no ve el orégano como su fuente de ingresos principal, sino como un medio para estar activo. “Esto me da para los gastos menores, pero yo tengo dos casitas alquiladas y una ruta de carro. Estoy bien”, cuenta con serenidad.

Está divorciado desde hace trece años y tiene ocho hijos, la mayoría profesionales, algunos en el exterior. Habla de ellos con satisfacción, pero sin alardes. Su casa es sencilla, como su manera de vivir: sin lujos, pero con lo necesario.

Leonides cree que el orégano podría representar una oportunidad de negocio para otros, sobre todo jóvenes. “Si un muchacho se mete en esto, pero sin adulterar el producto, puede hacer dinero. Porque lo buscan mucho, y el que lo vende limpio y puro tiene mercado”, afirma.

Él, sin embargo, no busca crecer. Está satisfecho con lo que tiene: tierra, salud, tiempo y un cultivo que le da paz.

En su pequeño rincón de Juan Adrián, este hombre que un día fue chofer y panadero, ha encontrado en el orégano una forma de vivir con propósito. Sin prisa, sin jefes, sin presiones. A sus 70 años, Leonides no busca fama ni fortuna. Solo seguir sembrando, cortando y moliendo su orégano como hasta ahora, con la misma paciencia con que ha vivido siempre. Tiene el teléfono 829-580-0367.

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