En menos de 15 años la población mundial habrá crecido hasta los 8.000 millones, según las estadísticas. La agricultura seguirá siendo el pilar fundamental en el que se sustenta la alimentación global. Para optimizarla, el futuro de la agricultura apunta a los robots, los leds, la ingeniería biológica y la Inteligencia Artificial.

De acuerdo con la FAO, la Fundación de las Naciones Unidas para la Alimentación, en 2050 la población mundial rondará los 10,000 millones de habitantes. Aproximadamente, 2,000 millones más que en la actualidad y casi el doble que a principios del siglo XX.

La labor de alimentar a toda la población mundial recae en gran parte sobre la agricultura. Los desafíos son importantes. El cambio climático ya está haciendo estragos en las labores agrícolas y las explotaciones deben ampliar la producción de una manera sostenible para el medio ambiente, y el modo actual se antojan ineficaz.

Más bocas que alimentar

En 2050 se necesitarán 7,400 toneladas de calorías extra respecto a 2010. Según un estudio del Instituto de Recursos Mundiales, si la línea de producción continua según las reglas actuales se necesitará un terreno de cultivo dos veces más grandes que India.

Incrementar la extensión de suelo cultivable puede ser una de las respuestas a la creciente demanda, pero no arreglaría el problema de raíz y tendría graves consecuencias para la sostenibilidad y biodiversidad del planeta.

Los pesticidas, por ejemplo, que han ayudado a dar fuerza a la producción de cereales, han mermado el número de abejas y otros insectos.

Los expertos ofrecen diferentes respuestas a esta situación. En los países desarrollados se impulsa el cambio de modelo. De la agricultura industrializada a la orgánica o bio. Los granjeros que se adhieren a esta alternativa tienen que reducir los pesticidas y fertilizantes y cambiarlos por otras sustancias más naturales.

Al contrario de lo que se pueda pensar, los productos agrícolas que se consumen a diario en el mundo no provienen en su mayoría de grandes corporaciones. El 90% de las granjas mundiales son gestionadas por un individuo o una familia. Y ese 90% produce el 80% de la comida del planeta.

En la transición de un modelo a otro, los agricultores, en países desarrollados y en vías de desarrollo, son la clave. Incentivar y apoyarlos es fundamental.

La agricultura inteligente

La “Smartfarming” o agricultura inteligente es otra de las propuestas de los expertos a este asunto. Es un concepto de gestión agrícola que usa tecnología para aumentar la cantidad y calidad de los productos agrícolas.

Adelantos como los GPS, el escaneo de suelo o el Internet de las cosas se ponen al servicio de los agricultores locales para optimizar su producción y hacerla más sostenible.

Ya hay ejemplos de empresas que utilizan sistemas de monitoreo del suelo en tiempo real para ajustar y acotar la cantidad de fertilizantes que usan en sus campos.

En otros territorios, en los países en vías de desarrollo, los teléfonos móviles permiten a los agricultores tener una conectividad mayor con el sistema y optimizar su tiempo.
Los robots, aunque suenen a ciencia ficción, ya están en uso. Estas máquinas se utilizan en la consecución de labores pesadas como la carga de mercancía, la recolección de productos, la plantación, el riego y el cuidado de animales. También los drones están al servicio de la agricultura con labores de mapeo o distribución.

Granjeros rocían pesticidas en un campo de arroz a las afueras de Naipyidó (Birmania). EFE/ HEIN HTEToto

Las granjas verticales son una apuesta de futuro que ya se están investigando. Se trata de una especie de invernaderos de gran dimensión de varias plantas de altura en las que las líneas de plantación están en estantes, unas encima de otras. En estas estructuras se cultivarían plantas usando disoluciones agrícolas en vez de suelo de cultivo.

La biotecnología lleva unos años revelándose como una gran aliada de la agricultura sostenible. Esta ciencia se centra en aumentar la productividad, mejorar los cultivos y en dar apoyo a las prácticas más ecológicas.

Con la investigación y aplicación de la biotecnología se puede aumentar y mejorar las propiedades organolépticas y nutritivas de un determinado alimento. Conociendo el metabolismo de las plantas, por ejemplo, se pueden potenciar los nutrientes necesarios y ausentes en las dietas de los habitantes de algunas de las zonas más desfavorecidas del planeta.

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