La parábola de los talentos narrada por el apóstol Mateo (25:14-30) cuenta que “el reino de los cielos será también como un hombre que, al emprender un viaje, llamó a sus siervos y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco mil monedas; a otro, dos mil y a otro, mil. Dio a cada uno según su capacidad. Luego se fue de viaje. El que había recibido las cinco mil fue enseguida y negoció con ellas y ganó otras cinco mil. Así mismo, el que recibió dos mil ganó otras dos mil. Pero el que había recibido mil fue, cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo, volvió el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos. El que había recibido las cinco mil monedas llegó con las otras cinco mil. “Señor —dijo—, usted me encargó cinco mil monedas. Mire, he ganado otras cinco mil”. Su señor respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!”. Llegó también el que recibió dos mil monedas. “Señor —informó—, usted me encargó dos mil monedas. Mire, he ganado otras dos mil”. Su señor respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!”. Después llegó el que había recibido mil monedas. “Señor —explicó—, yo sabía que usted es un hombre duro, que cosecha donde no ha sembrado y recoge donde no ha esparcido. Así que tuve miedo y fui y escondí su dinero en la tierra. Mire, aquí tiene lo que es suyo”. Pero su señor respondió: “¡Siervo malo y perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido? Pues debías haber depositado mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo hubiera recibido con intereses”. Después ordenó: “Quítenle las mil monedas y dénselas al que tiene las diez mil. Porque a todo el que tiene se le dará más y tendrá en abundancia. Al que no tiene hasta lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil échenlo afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y crujir de dientes.”

En julio de 2003, un trabajador (el señor en la parábola de los talentos) que percibía un salario mensual de RD$2,049, se afilió al nuevo sistema de pensiones basado en la capitalización individual que en ese mes entró en vigencia en nuestro país. Durante el período julio 2003 – abril 2024 aportó a su AFP un total de 250 cotizaciones. En total el dinero que el trabajador entregó a la AFP para que le administre y gestione un rendimiento ha sido de RD$50,697. Al aporte del trabajador hay que agregar otros RD$92,615 que fueron aportados durante los últimos 20 años y 10 meses por el empleador. En total, la AFP, el siervo en la parábola de los talentos, ha recibido RD$143,312 de los señores trabajador y empleador. Actualmente, entre ambos aportan el 9.97% del salario mensual del trabajador (RD$13,903 en abril de 2024), aunque solo 8.40% va a la cuenta de capitalización individual. El trabajador, que recibe mensualmente el estado financiero de lo que ha hecho al AFP con su dinero, observa que, al 30 de abril de 2024, el balance total de su inversión asciende a RD$334,681. En otras palabras, la AFP que le sirve, además de los RD$143,312 que les fueron entregados por los señores trabajador y el empleador, le ha generado un rendimiento acumulado de RD$191,369, es decir, un retorno acumulado de 133.5%, superior al 100% que la producida por los dos primeros siervos en la parábola de los talentos. En otros términos, el 57% de lo que el trabajador tiene hoy acumulado en el balance de su cuenta de pensiones, se lo consiguió la AFP invirtiendo en el conjunto de instrumentos financieros que la regulación vigente le ha permitido invertir.

Tomemos ahora el caso de otro señor trabajador que en julio de 2003 se afilió al sistema y percibía un salario mensual de RD$23,583. Durante ese período ha realizado un total de 250 aportes mensuales a su AFP. En total, el dinero que el trabajador ha entregado a la AFP para que le administre y le gestione un rendimiento durante poco más de dos décadas, ha sido de RD$525,639. Al aporte del trabajador se han agregado otros RD$958,163 aportados durante los últimos 20 años y 10 meses por el empleador. En total, la AFP ha recibido RD$1,483,802. El trabajador, cuando revisó su balance cortado al 30 de abril de 2024, observó que el saldo total de su inversión ascendía a RD$3,793,338. En otras palabras, la AFP que le administra su ahorro previsional, además de los RD$1,483,802 que les fueron entregados por los señores trabajador y el empleador entre julio de 2003 y abril de 2024, le ha generado un rendimiento acumulado de RD$2,309,536, es decir, en retorno acumulado de 155.6%, superior al 100% que la producida por los dos primeros siervos en la parábola de los talentos. En otros términos, el 61% de lo que el trabajador tiene hoy acumulado en el balance de su cuenta de pensiones, se lo generó la AFP invirtiendo en el conjunto de instrumentos financieros que la regulación vigente le ha permitido invertir.

A partir de los resultados anteriores podemos afirmar lo siguiente. En primer lugar, el sistema de capitalización individual es el modelo de pensiones más efectivo para generar rendimientos al ahorro previsional del trabajador. Durante los últimos 20 años, nuestro sistema de capitalización le ha generado a los trabajadores más rendimiento que el narrado por el apóstol Mateo en la parábola de los talentos. El nivel de la tasa de reemplazo o la pensión que recibirá el trabajador cuando alcance la edad de retiro no tiene absolutamente nada que ver con el modelo de capitalización individual. El nivel de la tasa de reemplazo está determinado, fundamentalmente, por el aporte que hacen el trabajador y el empleador a la cuenta de capitalización del trabajador, por el número de cotizaciones, por la edad pautada para el retiro y por la rentabilidad la inversión del ahorro previsional que la AFP genere al trabajador. Si en conjunto el trabajador y el empleador aportan el 8.40% del salario mensual del trabajador, no es posible pretender que, después de 30 años de cotizaciones, el sistema garantice una pensión de 70% u 80% del último salario del trabajador. Para ello se requerirían tasas de contribución cercanas al promedio de 25% del salario que exhiben los modelos de reparto vigentes en las socialdemocracias europeas.

En segundo lugar, resulta obvio que el rendimiento que han conseguido las AFP para los trabajadores dominicanos ha sido relativamente elevado si se tienen en cuenta las considerables restricciones de inversión que impone el Consejo Nacional de Seguridad Social (conformado por los ministros de Trabajo y Salud Pública, el Gobernador del Banco Central y otros diez representantes de entidades públicas, empleadores, trabajadores y gremios profesionales), previa ponderación de la Comisión Clasificadora de Riesgos y Límites de Inversión (Superintendencia de Pensiones, Banco Central, Superintendencia de Bancos, Superintendencia de Valores y Representante Técnico de los Afiliados). Para que se tenga una idea, si a la AFP donde el trabajador tenía un balance en su cuenta de capitalización al 30 de abril de 2024 de RD$3,793,338, se le hubiese permitido invertir el 10% de lo aportado mensualmente por el trabajador y su empleador durante el período julio 2003 – abril 2024 en acciones de Apple, uno de los activos financieros en que invierte la mayoría de los fondos de pensiones del mundo, ese trabajador tendría actualmente un balance de RD$8,430,226 en su cuenta de capitalización individual. A esa suma habría que añadir los dividendos anuales por acción que Apple ha pagado a sus accionistas en los últimos 20 años. La prohibición impuesta a las AFP de invertir una parte del ahorro previsional de los trabajadores en acciones de empresas globales le ha costado a este trabajador dominicano la suma de RD$4,636,888 y la oportunidad, por tanto, de tener una pensión muchísimo mayor cuando alcance su edad de retiro. La responsabilidad de esa pérdida no la tiene el sistema de capitalización individual sino las “trucutunianas” restricciones que limitan el abanico de instrumentos en los que las AFP pueden invertir.

Estas restricciones han acentuado la profunda inequidad distributiva que prevalece en el país. Mientras las familias ricas del país no enfrentan restricciones para invertir en acciones de empresas globales, a los millones de trabajadores afiliados al sistema de pensiones se les tiene tajantemente prohibido beneficiarse de las alzas en el precio de las acciones de estas empresas y los dividendos que pagan. Mientras esto prevalezca en el país, lo mejor que pueden hacer los gobiernos es callar y no volver a hablar de inequidad distributiva o desigualdad de ingreso. Vistas las absurdas políticas públicas que han impuesto y que atentan contra el bienestar de los trabajadores dominicanos, no tienen calidad moral para enfrentar el principal talón de Aquiles del modelo económico que ha prevalecido en nuestra nación durante las últimas seis décadas: la creciente desigualdad.

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