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Charles de Gaulle nació en una familia católica y patriota un 22 de noviembre de 1890. A lo largo de su vida, se destacó por su firmeza y convicciones nacionales, cualidades que definirían su futura carrera. Tras completar sus estudios en la prestigiosa Escuela Militar de Saint-Cyr en 1912, eligió la infantería, un cuerpo al que consideraba “más militar”.
Su carrera despegó durante la Primera Guerra Mundial, aunque no estuvo exenta de dificultades. En 1916, durante un combate en el frente, fue herido y capturado por el ejército alemán.
Pasó varios años como prisionero de guerra, con intentos fallidos de fuga. Esta experiencia marcó profundamente su carácter y sus futuras decisiones políticas.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, de Gaulle, que ya era coronel en 1937, pasó rápidamente de ser un militar destacado a un líder político. En mayo de 1940, fue nombrado general de forma temporal, y poco después, el presidente del Consejo, Paul Reynaud, lo nombró secretario de Estado de Defensa y de Guerra.
Sin embargo, el 16 de junio de 1940, tras el colapso del ejército francés frente a la invasión alemana, de Gaulle tomó una decisión crucial: escapar a Londres, donde, con el apoyo del primer ministro británico Winston Churchill, lanzó un llamamiento a la resistencia francesa, transmitido a través de la BBC el 18 de junio. Este evento marcó el inicio de su rol como líder de las Fuerzas Francesas Libres.
La formación de la quinta República y el renacimiento de Francia
A lo largo de la Segunda Guerra Mundial, de Gaulle consolidó su poder en el exilio, organizando a la resistencia y unificando a los diversos territorios del Imperio Francés.
En 1943, bajo su liderazgo, se formó el Comité Francés de Liberación Nacional, que más tarde evolucionó en el Gobierno Provisional de la República Francesa.
Tras la guerra, en un clima de desconfianza hacia la IV República, incapaz de resolver la crisis de Argelia, de Gaulle regresó al poder en 1958. Fue elegido presidente del Consejo y, con plenos poderes, creó la nueva Constitución que dio origen a la Quinta República, la cual fue adoptada en referéndum en septiembre de 1958.
La nueva constitución consolidó un sistema presidencialista, donde el presidente de la República goza de amplios poderes, una estructura que de Gaulle defendió como esencial para garantizar la estabilidad política de Francia.
Uno de los mayores retos durante la presidencia de de Gaulle fue la descolonización, especialmente en Argelia, una colonia francesa clave en el norte de África.
A pesar de la fuerte oposición interna, de Gaulle propuso la autodeterminación para los argelinos, lo que finalmente llevó a la firma de los Acuerdos de Evian en 1962, que acordaron la independencia de Argelia. Este evento fue un hito en la política de descolonización de Francia y marcó un antes y un después en la historia del país.
La política internacional de una Francia independiente
A lo largo de su mandato, de Gaulle se centró en fortalecer la posición de Francia en el mundo, alejándola de la influencia de los Estados Unidos y promoviendo una política exterior autónoma. Retiró a Francia del sistema militar integrado de la OTAN en 1966, reafirmando la independencia nacional.
También buscó mejorar las relaciones con la Unión Soviética y otros países del bloque socialista, con el objetivo de crear una “Europa del Atlántico a los Urales”.
Sin embargo, su política no se limitó a Europa; también extendió su influencia en África, Asia y América Latina.
En 1964, de Gaulle reconoció la República Popular China, y un año después, visitó varios países de América Latina, mostrando su postura contra el imperialismo estadounidense. Su famoso discurso en Quebec, en 1967, con el “¡Viva Quebec libre!” se convirtió en un símbolo de su oposición a la injerencia estadounidense en los asuntos de otros países.
Su política interna y su enfoque en la participación ciudadana también fueron decisivos. Promovió el sufragio universal para las elecciones presidenciales en 1965 y reforzó la legitimidad del presidente ante los ciudadanos. A pesar de los desafíos y la oposición, su figura trascendió como un símbolo de fuerza, independencia y liderazgo en momentos de crisis.
El retiro de de Gaulle de la vida política en 1969, tras su dimisión tras el rechazo a su propuesta de reforma del Senado, marcó el fin de una era. Sin embargo, su legado continúa influyendo en la política francesa hasta el día de hoy.