Los practicantes del Judaísmo y el Islam conjugan una feligresía mezclada entre descendientes y extranjeros

Aunque son minoría en la República Dominicana, practicar su fe no ha sido limitante para el desarrollo pleno de la vida de quienes profesan la religión judía o musulmana en distintas provincias del país.

La feligresía de ambas denominaciones religiosas no alcanza las diez mil personas en el territorio nacional, lo que sería cerca de un 0.1% de la población con poco más de diez millones de habitantes según el último censo de población y vivienda, sin embargo, ratifican su fe como el primer día.

Los judíos, más que en la cantidad, se centran en la calidad y el apego a la creencia en un Dios, en tanto que los musulmanes, quienes también monoteístas, han experimentado un aumento constante de su membresía en las cinco provincias donde tienen establecidas sus mezquitas.

¿Cómo ha sido el proceso de adaptación y convivencia en una nación laica donde más del 70% de sus residentes se identifican con la iglesia católica o evangélica? ¿Cómo conviven en El Caribe las culturas religiosas provenientes de oriente? ¿Cuáles son sus principales retos en el país? Sobre esos temas conversamos con representantes de la comunidad judía y musulmana en la República Dominicana.

Eliminar estigma de terroristas

Actualmente hay más o menos cinco mil mujeres y hombres, incluidos extranjeros y dominicanos convertidos, practicantes del Islam entre las mezquitas ubicadas en Santo Domingo, San Pedro de Macorís, La Vega, Santiago y Punta Cana.

“Nosotros hasta el momento, en todo ese tiempo que tenemos aquí no hemos tenido ningún tipo de problemas ni inconvenientes de ningún tipo, el único reto, sí, es que tenemos muchas personas que les falta el conocimiento” del Islam refiere Mohammad Khan, presidente del Círculo Islámico en República Dominicana.

El estigma social que les afecta, principalmente, es que se les relaciona mayormente a temas de terrorismo cuando en la práctica quienes cometen esos actos “no son musulmanes” sino extremistas con los cuales no se identifican. En el Islam está completamente prohibido inmolarse.

“Ese es uno de los dolores de cabeza. La mayoría de las personas que nos ven y se sientan con nosotros sienten eso porque es lo que han escuchado. No vamos a decir que los musulmanes son perfectos, en todas partes del mundo existen los fanáticos”, explicó Khan.

Debido a esta desinformación, es que esa comunidad hace mucho énfasis e invita a las personas a conocerles previo a formarse juicios de valor.

“El objetivo es que la gente conozca qué es el Islam de nosotros, no de otras personas y así no van a tener miedo porque cuando una persona ignora algo, generalmente tiene temor”, señala el sacerdote Mohammed Alsharafi.

Khan explica que pese a que el atentado a las torres gemelas en Estados Unidos en septiembre de 2011 fue el detonante para que el mundo entero asocie esa religión con actos terroristas, no menos cierto es que después de ese lamentable hecho es cuando más ha crecido el Islam. Lo atribuye a que la gente se dedicó a conocerles.

“Esa religión no es de los árabes, no es de los pakistanís, es de todos. El 80% de los musulmanes en el mundo no son árabes. Es una de las religiones más grandes del mundo, ya ha sobrepasado el cristianismo”, dice con emoción el presidente del Círculo Islámico.

El Islam tiene unos cinco mil miembros, dominicanos y extranjeros.
Israelitas son menos de 500

Los judíos entran en el reglón de los cristianos pero contrario a las iglesias católicas, evangélicas y otras homólogas, se caracterizan por mantenerse a discreción.

La comunidad que comenzó a llegar a esta parte de la isla, principalmente en Sosúa, Puerto Plata, a partir del 1940 y que en el 1957 construyó su mezquita, apenas tiene una feligresía de unas 400 personas. La mitad son dominicanos, en su mayoría descendientes de judíos.

Isaac Lalo, presidente del Centro Israelita en República Dominicana y quien tiene unos 30 años residiendo en el país, dice no tener una explicación certera de por qué son tan pocos en términos numéricos pese a la buena acogida que tienen en el país.

“Es una gran pregunta que yo no me la he podido contestar porque te voy a decir algo, las condiciones de vida aquí aunque es verdad que hay mucha desigualdad, pobreza y todo lo que tú quieras pero por otro lado hay oportunidades para el que la busca. Hay condiciones de vida muy buena, muy pacífica, un lugar lindísimo. No entiendo la razón y no puedo contestarse esa pregunta”, dijo Lalo al preguntarle ¿por qué son tan pocos?
“Una de las respuestas de las que te puedo suponer, es la falta de escuelas judías. Algunos cucando le digo que no hay escuelas me dicen pues no, ‘qué lastima porque el lugar es lindo pero sin escuelas judías no podemos criar familia aquí porque la religión es primaria en la familia judía’”, señaló.

Pese a esta minoría numérica, entiende que la sociedad dominicana tiene un poco de conocimiento de quiénes son ya que la gente, en la calle, con frecuencia le saludan en hebreo.
“Somos muy, muy, poquitos pero las personas que me ven con la kipá en la calle y me dicen mucho Shalom, Shalom, muchas personas entienden de dónde vengo, qué represento”, refirió.

Refiere que aunque en el mundo hay una corriente antisemita, en este país ocurre lo contrario: hay un amor al pueblo judío.

“Yo digo que es todo lo contrario, hay un amor al pueblo judío, a lo que tiene que ver con Israel, al país también, que dicho sea de paso que son dos temas separados porque ser judío es una cosa y ser israelí es una nacionalidad”, destacó.

Educación y machismo

No todo es bonito, tanto los judíos como los musulmanes han tenido episodios en los que se han visto obligados a pedir, principalmente en centros educativos, que se les respete sus creencias. Citan casos en los que tuvieron que acudir a escuelas o colegios a pedir que en apego a la Constitución y la declaratoria de estado laico, no se les instruya a sus hijos en prácticas católicas o evangélicas. Otro aspecto con el que tienen que lidiar, es el calificativo de machistas para lo cual invitan a la población a conocer primer la religión y luego hacerse sus propios juicios de valor.

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