Santiago. La maternidad es la responsabilidad de educar con disciplina y amor a los hijos. No obstante, cuando estos tienen una condición de salud especial como el Trastorno del Espectro Autista (TEA), Síndrome de Down u otros, el panorama cambia, y enfrenta un reto mucho mayor.

Experiencias como la de Lidia Alvino, que es la madre de Lía, una joven de 28 años diagnosticada con Síndrome de Down. Desde los 24 días de nacida, presentó los síntomas, tras varios estudios concluyeron que tenía una meningitis viral, la cual le dejó una parálisis cerebral. “Lo más difícil es tener que dejarla con un cuidador para salir a trabajar, a veces la maltratan y al ella no hablar, no sabe expresarse. Gracias a Dios está rodeada de mucho amor pero las instituciones de apoyo son sumamente complicadas de conseguir, nunca ha tenido ayuda que no venga de su casa”, afirmó Alvino.

Una situación similar vive Grisbel Medina con su pequeño Amín, de ocho años, con TEA. Para ella, este la ha ayudado a ser una mejor persona. “En silencio me ha enseñado a no guardar rencor y a apreciarlo todo, en el mundo del autismo no hay marcas de ropa, juegos, nada”, comentó. Aunque el menor recibe atenciones en el Centro de Atención Integral para la Discapacidad (CAID), considera que el apoyo gubernamental debiera ser mayor, ya que de 40 horas de terapia a la semana, este solo recibe una y en general, son costosas; además de que existe escasez en personal capacitado. Para Cinthia Tirado y Lorena, también con TEA, se ha forjado su resiliencia. Sin embargo, anhela por el acceso a una inclusión educativa de calidad. y mayor concientización del entorno. Para estas mujeres, el hecho de tener hijos con condiciones especiales más que una “carga”, es un verdadero acto de amor y regalo de Dios.

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