Santiago. En lo alto de la cordillera Septentrional, donde el aire es más puro y la vida más dura, vive una mujer cuyo legado no se mide en riquezas, sino en amor, esfuerzo y dignidad; su nombre es María Guadalupe Sosa conocida como Pita.
Es una madre ejemplar que crió a diez hijos en la comunidad de El Aguacate, comunidad enclavadas bajo la sombra del Pico Diego de Ocampo, en el distrito municipal de San Francisco de Jacagua.
Tiene el rostro marcado por los años, pero una mirada firme y luminosa, que a sus más de ochenta años, doña María recuerda con emoción y orgullo la historia que tejió junto a su esposo, con quien ha compartido 66 años de matrimonio y hoy, su hogar vibra con las voces de 20 nietos y 10 bisnietos, frutos de una semilla sembrada con sacrificio..
“Ser madre no es fácil, mucho menos de diez, se necesita más que amor, se necesita fuerza”, dice mientras se acomoda con ternura de su silla, no había caminos, ni escuelas cercanas, ni luz, pero siempre provocó que sus hijos fueran a la escuela, porque tenían que abrirse paso entre la maleza y el lodo para llegar a la escuela más próxima.
Sin embargo, entre la escasez y las dificultades, María Guadalupe Sosa siempre encontró maneras de sostener a su familia, la cual se apoyaba en la radio educativa de Santa María, escuchando programas que le daban fuerza e inspiración. “Ese programa me ayudó mucho… yo lo oía todos los días”, dice con gratitud.
De aquella familia nacida en la montaña surgieron profesionales admirables: un médico, una enfermera, un sacerdote, comerciantes entre otros, pero más allá de sus títulos, lo que llena de orgullo a doña María es que “son gente de bien, gente decente, que respetan y ayudan a los demás”.
“Yo no digo que son los mejores, pero no me han dado dolores de cabeza”, expresa y aunque cada uno ha tomado caminos distintos, todos reconocen que el pilar de sus logros es la educación y los valores que su madre les inculcó desde el hogar.