La pobreza, la exclusión social y la desigualdad en la educación elevan las probabilidades de un embarazo precoz

Una sonrisa tímida en el rostro cubierto por las espinillas propias de la pubertad contrasta con el vientre que sobresale por encima del vestidito rosa ceñido a su delgado cuerpo. Sólo tiene catorce años y en septiembre se estrenará como mamá.

Lisa (nombre ficticio) sostiene en su regazo su expediente clínico mientras conversa con otra jovencita en circunstancias parecidas.
Ambas esperan por su turno en la Maternidad Nuestra Señora de La Altagracia, en el Distrito Nacional. Se trata de su hermana Melissa (nombre ficticio), dos años mayor que ella, quien coincidencialmente quedó embarazada el mismo mes y con quien comparte cada día los malestares, dudas e incertidumbres ante la enorme responsabilidad que les sobreviene.

Ambas forman parte de las estadísticas de ese establecimiento de salud de referencia nacional, que el año pasado registró un total de los 9,553 nacimientos, de los cuales, 3,010 son hijos de adolescentes, para un 29%, cifra que supera el promedio nacional de 22.3%, según el Diagnóstico de Situación del Embarazo en Adolescentes en República Dominicana 2018, publicado este año por el Gabinete de coordinación de Políticas Sociales de la Vicepresidencia de la República.

Pobreza, exclusión social, desigualdad en la educación y falta de cohesión social, inciden, según el informe, en la problemática que sitúa al país como líder mundial de embarazo precoz.

La investigación apunta que el embarazo temprano sigue siendo una de las principales causas de deserción escolar en adolescentes mujeres, que a pesar de presentar altas probabilidades de alcanzar la secundaria, ven disminuidas sus probabilidades de continuar la educación superior, tal y como le sucedió a Lisa.

Al darse cuenta que estaba embarazada cursaba el séptimo grado de primaria e intentó abortar, animada por su propia suegra y de no haber sido por su madre habría interrumpido la gestación.
“Bueno, ya hay que echar para ‘alante y seguir luchando con su muchacho, prácticamente ya la vida de uno va a cambiar, no va a ser como antes. Mi vida era feliz… andar en ‘drinks’, discotecas y así. Así era que yo andaba”, dice sonriendo con la mirada fija en el suelo.

Al asumir su nueva condición, Lisa se vio forzada a abandonar la escuela por el papeleo que debía realizar para transferirse al horario nocturno, ya que según dice, las autoridades del centro educativo al que asistía en la comunidad Palavé, en Manoguayabo, en Santo Domingo Oeste, la convencieron de que había muchos riesgos de sufrir una caída o una pedrada en la barriga durante el recreo. Sin embargo, su hermana lo atribuye a que la directora la consideraba una mala influencia para el resto de muchachas. “Me daba vergüenza sentarme al lado de mis compañeros que me vieron sin yo estar embarazada. Me daba vergüenza y dejé de ir a la escuela”, dice con un dejo de tristeza y resignación.

Mayores probabilidades entre las más pobres y menos educadas
Según el análisis de las encuestas de salud de 1986 a 2013 el riesgo de una adolescente quedar embarazada puede ser hasta seis veces superior en las mujeres de educación primaria con respecto a las de educación superior.

La probabilidad de ser madre adolescente también aumenta cuatro veces más en el quintil más pobre que en el quintil más rico de la población y hasta seis veces más en las menos educadas.

Al igual que Lisa, Melissa también abandonó la escuela y aunque su sueño era ser doctora oprimió sus expectativas y está haciendo las gestiones para inscribirse en un curso técnico en cuanto nazca el bebé.

“Mucha gente dice, ay, ustedes desperdiciaron su vida, pero yo les digo que puedo trabajar, que estoy joven y yo sé que si traigo un bebé al mundo no va a ser a pasar trabajo, fue porque yo quise tener una responsabilidad”, dice la joven, cuya madre se unió con un hombre a los trece años, el que posteriormente la abandonó al tener su segundo hija.

Los datos de la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (Enhogar 2014) sitúan a la República Dominicana en el primer lugar en uniones tempranas de la región, con 12% de las mujeres de 20 a 24 años casadas o unidas antes de los 15 años y 36% antes de los 18 años sin consecuencia legal y con proporciones más altas en el quintil más pobre.

Un contexto socioeconómico difícil

En ese sentido, la doctora Guadalupe Citronnelle, subdirectora médica de la Maternidad La Altagracia, explica que regularmente las madres de esas adolescentes han asumido como normal las uniones tempranas pues ellas también pasaron por esa misma experiencia. “Muchas veces las madres no ofrecen oposición porque son de la clase más humilde de nuestro país donde una boca hace la diferencia. Esa realidad social hay que tenerla en cuenta. Hay casas en nuestro país donde comen por turnos”, dice.

Detalla que el contexto socioeconómico en el que se desenvuelve la mayoría de pacientes que se atienden en la Maternidad La Altagracia está marcado por la pobreza. “Cuando yo tengo una paciente con 7 (gramos por decilitro) de hemoglobina que tú le preguntas, cuántos muchachos tú tienes y ella te dice tres. Le preguntas qué tú trabajas y ella te dice: no trabajo… qué trabaja tu esposo y te dice que vende en el mercado, no hay que ir donde un brujo para saber lo que está pasando, de dónde viene esa anemia. Tú le preguntas lo que come y ella te dice que se desayuna con un yaniqueque o dos panes, que come carne quizás una vez a la semana, si se puede, que no bebe leche y que come vegetales porque el marido lo trae de los rechazos del mercado”.

Narra que han tenido pacientes que después de dar a luz se les da de alta y no se quieren ir porque allí reciben desayuno, comida y cena y comodidades que no tienen en sus casas.

Se embarazan cada vez más jóvenes

Citronnelle explica que hasta hace dos años el promedio de embarazo adolescente se situaba entre los 15 y los 18 años, pero que últimamente el rango de edad ha descendido a los 13 y 14 años.

Durante su experiencia profesional, la especialista recuerda que la paciente más joven que le ha tocado ver en la Maternidad que realiza la mayor cantidad de partos del país, fue una niña de 11 años que resultó embarazada producto de una violación en el seno de su propio hogar.

“Ella ni sabía lo que le estaba pasando. Era una niña de 11 años con tres colitas, nunca se me olvida esa imagen. Yo la veía y pensaba en el abusador que le hizo daño. La veía jugando con el niño, cambiándole la ropita, con una psicóloga al lado que le explicaba, -mira, ese es un bebé-, ¡pero es que ella era una bebé también y el papá era un adulto!”, narra indignada la doctora.

En ese sentido, el Servicio Nacional de Salud (SNS), desarrolla en ese y otros hospitales un programa especial para el acompañamiento y manejo integral de las adolescentes embarazadas por parte de un equipo multidisciplinario compuesto por ginecoobstetras, enfermeras y psicólogas sensibilizadas en el tema.

Sostiene que muchas niñas que son abusadas sexualmente experimentan un conflicto psicológico que se manifiesta con rechazo al bebé por lo que deben ser muy cuidadosos en su abordaje.

De alto riesgo

Explica que el embarazo en adolescentes es catalogado de alto riesgo por tratarse de niñas que no han completado su desarrollo fisiológico lo que las hace más propensas a tener un bebé prematuro o a sufrir trastornos hipertensivos del embarazo (eclampsia y preeclampsia), entre otras complicaciones. Sin embargo, afirma que el 85% lleva a buen término el proceso.

“Son niñas embarazadas que no saben cuidarse ni a ellas mismas, que no saben cuándo tienen una infección vaginal que es una causa de la prematuridad. Tú las mandas a vacunar y ellas entienden que hoy no es necesario y van mañana, van pasado, o quizás no van. No le dan la importancia que requiere el caso, por lo tanto, muchas de ellas terminan en un embarazo así, prematuro. A veces no se toman las vitaminas…”, explica. Dice que dada su inmadurez muchas creen que cuando se desembaracen lo que van a tener es una muñeca. “Tú la ves en las salas cuando le pasas visita que le quitan una ropita le ponen otra, lo peinan porque todavía ellas no saben la magnitud y la responsabilidad que es tener un bebé”.

Postergar el segundo embarazo

El Programa del SNS también procura que las adolescentes egresen planificadas del hospital o con cita para una planificación de larga duración mediante un dispositivo intrauterino (DIU) o un implante anticonceptivo en el brazo a fin de postergar el segundo embarazo.

No obstante, la especialista reconoce que el programa debería ir más allá en procura de que las jóvenes aprendan un oficio que les ayude a conseguir un empleo que les permita vivir dignamente.

“Hay que ocuparles la mente que no se la estamos ocupando. Regularmente la paciente embarazada llega a un nivel escolar después que tiene bebé y muchas veces no estudia. El 45% no vuelve a la escuela pero tampoco le buscamos un empleo”. Indica que el 87% de las niñas embarazadas que reciben atención en ese centro de salud tiene pareja estable, y que en más de un 50% van acorde a su edad y otro 30% son mucho más adultos.

Acceso a anticoncepción y fecundidad infantil

De acuerdo con el estudio de la Vicepresidencia, las claves para entender la alta fecundidad adolescente en el país, podría resumirse en la reticencia de la sociedad y la familia, para reconocer a los adolescentes como sujetos sexualmente activos, lo que restringe su acceso a métodos de planificación familiar y a conocimientos y prácticas sexuales seguras. Una de las estrategias planteadas es dar seguimiento a la aprobación de un Código Penal que despenalice el aborto en las tres causalidades y reduzca el riesgo de muerte de adolescentes por abortos inseguros e insalubres. Otra causa de la alta fecundidad adolescente es la desigualdad, que acorta sensiblemente el horizonte de opciones vitales para los más pobres, lo que eleva el valor de la maternidad o paternidad temprana como mecanismo para dotar de sentido a la vida. Así las adolescentes con baja escolaridad tienen cinco o más posibilidades de ser madres.

Defiende el poder de decisión de las mujeres

La doctora Citronnelle deplora que la responsabilidad de deliberar sobre la salud sexual y reproductiva de las mujeres recaiga en mayor medida sobre los hombres que desconocen por completo los conflictos emocionales y cambios físicos que enfrentan las embarazadas. “Eso es un derecho de la mujer. Nosotros como Estado tenemos que apoyarlas con la medidas más seguras, para cuando tomen la decisión, yo asegurarte que todo va a salir bien, Es lo único que tengo que hacer, pero no te puedo influir. Aquí han venido pacientes violadas y cuando paren esos muchachos ni el seno se lo quieren dar. ¿Para dónde va a ese niño? Te dicen no quiero verlo, entonces hay que ver todas las condicionantes, esos niños polimalformados, que muchas veces los dejan abandonados aquí”, describe.

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