Ser madre significa cambiar tu vida, tu tiempo y tu forma de pensar por tus hijos
Después de cinco años de matrimonio, Carla Jiménez, nombre ficticio, decidió el 5 de septiembre de 2019 junto a su pareja planificar el crecimiento de la familia. Y es tres meses después, el 25 de diciembre, cuando empieza a sentir síntomas propios del embarazo.
Síntomas que para Jiménez, eran un milagro que debía confirmar. Al realizarse la prueba comprobó que sus sospechas eran ciertas y que por fin traería al mundo a un ser producto de su amor con José Martínez, su esposo, (nombre ficticio).
Todos los miembros de su familia desbordaban felicidad por la llegada del nuevo integrante.
Jiménez acudía juiciosamente a todos sus controles ginecológicos para ver la evolución de su pequeño tesoro. El primer chequeo marcó su vida al escuchar el enérgico latido del corazón de su retoño, sin embargo, a las 12 semanas de gestación empezó a sentir dolores de espalda, sudoración excesiva, cólicos, náuseas y dolores pélvicos, síntomas no comunes en la etapa de embarazo.
“Las primeras semanas fueron llenas de ilusión pero al llegar a las 12 semanas comencé a sentir síntomas extraños. Dolores de espalda, sudoración excesiva, cólicos, náuseas y dolores pélvicos, señales que provocaron en mí una alerta de que las cosas no andaban bien y decidí llamar inmediatamente al doctor”, explicó con ojos llorosos.
A su llegada al consultorio de su ginecólogo de cabecera, Carla le relató todo lo que está sintiendo y la respuesta del galeno fue que todo andaba bien con la criatura y le indicó reposo absoluto y la inyección de una hormono llamada progesterona, la cual sirve para que el endometrio esté receptivo al embrión y pueda “acogerlo” en las mejores condiciones.
La joven, de 25 años, siguió las indicaciones al pie de la letra para retener a su bebe en su vientre.
Al pasar las semanas parecía que todo iba muy bien, sin embargo, al cumplir las 22 semanas de gestación, justo el mismo día del control con el especialista, Carla Jiménez, recibió la peor noticia de su vida.
“El médico me realizó una ecografía pero en ella no escuche como la primera vez los latidos del corazón de mi bebe. Un silencio rotundo se escuchaba en el consultorio al que se sumaba la cara de preocupación del médico, quien con voz preocupada nos dijo que algo no andaba bien y que necesitaba realizar otro estudio para ver que estaba sucediendo”, expresó con dolor al rememorar ese día.
Tanto Carla como José guardaban la esperanza de que todo anduviera bien con su bebe. “Al terminar nos entregaron los resultados en un sobre sellado”
“Cuando abrí el sobre y lo leí mi mundo se vino abajo, fue la peor pesadilla, leer el diagnóstico de huevo muerto retenido, corrían mis lágrimas, no podía contenerme”, narró.
Al subir nuevamente con el doctor, nos dijo lo mismo que habíamos ya leído y que teníamos que proceder a programar el legrado, mi esposo en shock, solo se me quedaba viendo.
“Programamos el degrado el 31 de enero, el peor día de nuestras vidas. Después de ese día, llegar a la casa y ver todas las cosas que compramos con tanta ilusión para nuestro bebe, recordar todo lo que teníamos planeado para él, fue algo muy duro. Para mi esposo y para mi, fue, es y será un hecho que nos marcó para toda la vida”
Espero algún día volver a tener las fuerzas para intentarlo.