Las tendencias dominantes en sociedades de estos tiempos sugieren corazones duros de matar. Hay que resistir tantos retos. La vida misma los pone en tensión constante, los endurece. Es muy difícil. Y con frecuencia triunfan los de duros corazones.
Pero un sentido sano de la vida parece preferir los corazones blanditos, aunque mueran tempranamente en el camino. Los duros de corazón sufren demasiado y saben vivir en tensión. Aunque podríamos estar hablando en sentido figurado, al buen cristiano se le recomienda ablandar el corazón.
¿Pero qué es ablandar el corazón? Es volverse receptivo, acogedor, tolerante, de buen ánimo. Buena persona. Cuando se sugiere ese temperamento, también se pide que se ceda, que se dé, que haya algún grado de renuncia a las cosas, a los grandes intereses por los que lucha y muere media humanidad.
Este es un buen tiempo para los espíritus y si todo es mansedumbre, comprensión, también se amplían los entendimientos.
No estaría demás pedir que algunas instituciones y personas claves ablanden sus corazones. ¡Qué bueno fuese que la Barrick Gold se ponga en ese ánimo! ¡Cuántos dominicanos se alegrarían! Lo mismo sería útil para la ministra de Educación, que tiene siempre tanta dulzura en el trato. Si se ablanda más, si se torna algo más tierna, los profesores lo agradecerían.
Y si los dirigentes de la ADP igual se tornan, los muchachos de las escuelas públicas volverían alborozados a sus clases después de Semana Santa. Un ablandamiento similar caería muy bien en la patronal, los empresarios que crean empleos, si igual contribuyeran con ese temperamento facilitarían un temprano acuerdo para ajustar los salarios de los más sufridos.
Y este período, Semana Santa, es una magnífica oportunidad para pensar y dejar a un lado esa partecita de nosotros que nos hace duros y que imposibilita flexibilizarnos, ablandarnos hasta el alma, hasta que duela, como decía la Madre Teresa de Calcuta. l