Nuestro país ha padecido históricamente la tragedia del político caudillista, pero el perfil psicológico del personaje es básicamente un enigma.
En la obra “El Efecto Ganador”, del neurocientífico europeo Ian Robertson, encontramos novedosa información sobre patrones mentales asociables a ese comportamiento político. Plantea que las victorias, aun pequeñas, cambian la química cerebral. Fomentan autoconfianza, nos tornan más audaces y agresivos.
Mientras más ganamos, más dispuestos biológicamente a ir tras más triunfos. En determinadas personas esa dinámica desata un efecto adictivo; devienen adictas al triunfo y al poder.
Suficiente para concluir que muy probablemente ese sea el trasfondo mental caudillista: adictos al poder que arrastran la nación en su compulsión, alegando supuesto deseo de servir. l
