Recientemente el Ministerio de Salud Pública informó que el 10% de la inversión en el sistema sanitario que se hace desde el Estado dominicano se consume en atención médica de ciudadanos haitianos.

Esa realidad tiene una compleja connotación, la cual deja al descubierto los  niveles de solidaridad que tiene el pueblo dominicano con nuestros vecinos.

Las salas de maternidad de nuestra red pública han ido estableciendo modelos peculiares de atención a la hora de brindar el servicio médico a haitianas, la mayoría ilegales y sin documentación, que les pueda servir para identidad definida en territorio quisqueyano.

Este gesto de parte de nuestro personal médico pone en evidencia la vocación que tienen nuestro ciudadanos a la hora de dar de sí frente aquellos que no tienen nada.

Independientemente de las implicaciones migratorias que conlleva este gesto, el cual ha ido en aumento, esto pone en manifiesto los retos que en un futuro nos deparan como nación.

A pesar de los alaridos de solidaridad que expresan naciones poderosas frente al infortunio de ese pueblo, nadie toma en cuenta lo que como dominicanos hemos sido capaces de dar, compartiendo un sistema de salud que no alcanza ni para nosotros mismos.

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