El filósofo francés Michel Eyquem de Montaigne escribió: “No sucede nada grande sin que intervenga el azar”. La frase viene a propósito del magnífico ensayo publicado por el poeta y escritor Tony Raful titulado “De Trujillo a Fernández Domínguez y Caamaño. El azar como categoría histórica (1930-1965). Su publicación me ha servido de pretexto para recrear “Enero de 1962. El despertar dominicano”, editado originalmente en 1988 y que el periódico digital Acento me hizo el honor de insertar íntegramente esta semana a solicitud mía.
El libro de Raful examina la frecuencia con que situaciones aparentemente inocuas determinaron grandes momentos de la historia contemporánea dominicana. Se trata de un ensayo de valor que seguramente generará una amplia discusión y ojalá así fuera, porque muchos de esos acontecimientos ocurrieron a veces por pequeños incidentes o incomprensibles actitudes de los actores principales y otras por causas ajenas e inesperadas. El texto, que leí antes de la puesta en circulación del libro, es una invaluable contribución al estudio de la historia política del país en el periodo en que lo enmarca.
Su importancia estriba en que los sucesos de 1962, que él expone con extensión y claridad, hijos del azar, son de capital importancia para la comprensión de lo que ha venido después, ya que determinaron el cauce de la política dominicana hasta nuestros días. La originalidad de su obra está fuera de toda discusión y su lectura ayuda a entender muchos pasajes grises de nuestro acontecer desde la caída de la tiranía de Trujillo. El libro de Raful es una tesis que abarca un periodo amplio de lo que él a veces llama, según le he escuchado decir, “la gran tragedia nacional”. Un libro valiente y atrevido que desafía muchos estereotipos que ensombrecen la comprensión de hechos que influyeron decisivamente en el curso de nuestra historia.
