Barrios pobres de Samaná exigen ayuda del gobierno

Cualquiera que la ve, con una belleza natural; bañada por un mar majestuoso y con un potencial turístico envidiable, no pensaría que en sus barrios periféricos se esconde una pobreza ancestral, situada a pocos pasos del casco u

Cualquiera que la ve, con una belleza natural; bañada por un mar majestuoso y con un potencial turístico envidiable, no pensaría que en sus barrios periféricos se esconde una pobreza ancestral, situada a pocos pasos del casco urbano de este pueblo ubicado al noreste del país. En Santa Bárbara de Samaná, donde nacionales y extranjeros acuden a presenciar el cortejo de las ballenas y a disfrutar de sus playas y un sol igualmente envidiables, existen barrios donde las calles principales parecen cañadas y donde los niños estudian en enramadas techadas de cinc mohoso y adornado de agujeros.

A las 12:35 de la tarde del pasado viernes, don Santiago Kelly se preparaba para recibir al equipo de reporteros de este diario, para contarles una realidad que se aprecia sin el menor esfuerzo visual.

No hace falta caminar ni mirar mucho, para constatar que en el barrio Villa Cascabel Segundo, donde vive, la calle que divide en dos esa zona es un riachuelo con más agua que la que necesitan las amas de casa para sus quehaceres domésticos.

“El principal problema en este barrio es el agua negra y las calles que no sirven”, comenta Kelly, quien dirige la junta de vecinos del sector.

Para llegar a la casa de este hombre, hay que subir una cuesta por donde el agua que escapa de las tuberías rotas por dondequiera corre a sus anchas, agudizando más aun el deterioro de las callejuelas por donde camina la gente que se siente olvidada y abandonada por las autoridades locales.

El señor Kelly reiteró lo que en Samaná parece ser una queja común. Se trata del manejo de las aguas negras, producidas por letrinas que no tienen hacia donde verter, porque alegadamente, cuando se instaló el sistema de tuberías para recoger las aguas residuales algunas comunidades no fueron conectadas.

“Nosotros esperamos a que alguien nos ayude a que se haga algo con las aguas negras”. Así de sencilla es la petición de Kelly, un lugareño preocupado por las malas condiciones de su barrio.

A menos de dos minutos de distancia de este barrio, en la comunidad de María Luisa, viven estas y otras penurias.

Esta localidad, también perteneciente al municipio cabecera de Samaná, tiene más de 25 años luchando para que el gobierno les construya una escuela con más de dos aulas para cerca de 300 estudiantes, y donde los niños no tengan que abandonar las clases cuando llueva.

“Ya usted se imagina qué calidad de docencia puede recibir un alumno en esas condiciones”, expresa la dirigente comunitaria Santa Melendy King.

De las dos aulas que tiene la escuela básica de María Luisa, una de ellas es una maltrecha enramada contigua a la carretera de barro que hace las veces de calle principal de ese empobrecido barrio.

“Yo creo que ya está bueno. Las autoridades deben venir en atención de nuestra comunidad”, comenta esta mujer de tez negra sudorosa.

Y no faltó el tema de las aguas negras. Los residentes de María Luisa aseguran que cuando se hicieron las conexiones para canalizar las aguas negras, pasaron las tuberías por el mismo centro del barrio, dejando fuera a las casas y casuchas que ahora sufren en carne viva una más de su mar de calamidades.

Quejas y quejas

Enrique Pujals, secretario del ayuntamiento de Samaná, justifica las carencias del pueblo diciendo que, en lo que concierne a sus responsabilidades, el principal problema de este municipio es la falta de recursos económicos para atender las demandas comunitarias más apremiantes. La alcaldía de Samaná recibe actualmente 4 millones 181 mil  832 pesos.

El número de regidores de este ayuntamiento aumentó de cinco a nueve, lo que aprieta más aun el pírrico presupuesto para un pueblo que por sus características está obligado a vender una imagen distinta a la que exhiben las comunidades Villa Cascabel y María Luisa.

“Eso ha sido un gran inconveniente”, apunta Enrique Pujals.

Precariedad
Este pueblo tiene un importante potencial turístico, pero los barrios periféricos lucen abandonados; ausentes del desarrollo.

Gobierno local hace lo que puede

Las autoridades del ayuntamiento de Samaná aseguran que los ingresos vía el cobro de arbitrios son muy pocos, a lo que atribuyen las serias limitaciones que afrontan para contribuir con el plan de relanzar a Samaná como un destino turístico competitivo.

Y a propósito de turismo, estos funcionarios municipales aprovecharon para darle rienda suelta a lo que parece un desahogo. “Nosotros tenemos temporadas de cruceros normalmente. Pero esas temporadas de cruceros, el ayuntamiento no recibe ningún tipo de ingresos”, criticó Pujals. Otra queja tiene que ver con la exclusión de los beneficios obtenidos con la temporada de observación de ballenas.

El ayuntamiento exige el 30% de los recursos que percibe el Ministerio de Medio Ambiente como auspiciante y organizador de esta actividad.

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