Introducción:

No me cabe la menor duda en afirmar que tanto el padre Emiliano Tardif, de los misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, como el padre Benigno Juanes, jesuita, son dos sacerdotes que marcan el siglo XX de la Iglesia dominicana y seguirán teniendo vigencia a lo largo de los siglos por venir. No fueron hombres de las primeras planas de los periódicos de su tiempo, pero lo serán, ciertamente, en los periódicos y revistas de mañana.

Sobre el segundo, el padre Juanes, el licenciado Luis Espinal, empresario multifacético y laico católico,  perteneciente a la Comunidad Carismática de la Visitación y la Eucaristía, fundada por el mismo padre Juanes, ha publicado un interesante libro, titulado “Caminando con un santo”.

El prólogo fue escrito por monseñor Francisco José Arnaiz, obispo auxiliar emérito de Santo Domingo, del que ofrezco aquí unos párrafos muy dicientes; y entre los testimonios recogidos en dicho libro aparece uno mío, que les entrego también ahora. Helos aquí:

1. Del prólogo de monseñor Arnaiz

“El padre Juanes, como buen jesuita, era un profundo conocedor de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Más aún era un experto en ellos. Inicialmente destinado a la enseñanza de la cultura grecolatina y de oratoria, se preparó concienzudamente para ello y ejercitó este magisterio con notable agrado y aplauso de sus alumnos.

Yo mismo fui un favorecido allá por el período del año 1963 al 1966 en la ciudad de Cienfuegos y de la Habana en Cuba.  Preparaba muy seriamente cada clase y se interesaba por el aprovechamiento de cada uno de sus discípulos. Era exigente pero sin acosar y con gran respeto a las personas. Afable y siempre dispuesto a escuchar. Lo  admirábamos y lo queríamos.

Ya entonces se le transparentaba una honda espiritualidad. Por última vez ejercitó esta docencia en Venezuela. Al clausurarse esas materias, el padre Juanes fue destinado a República Dominicana y es entonces, cuando se dedica a estudiar profundamente el libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que es un método para buscar y hallar la voluntad divina en la elección de estado de vida o en nuevos modos en el estado ya elegido.  Método que origina una espiritualidad típica, la espiritualidad ignaciana.

El padre Juanes tuvo siempre una precaria salud y padeció sucesivas enfermedades, algunas muy dolorosas. Jamás le deprimió esto ni le servió de excusa para rebajar su laboriosidad.

El licenciado Espinal en su trato con el padre Juanes captó pronto su personalidad, el hombre de Dios que latía fuerte bajo aquella precaria y frágil salud.  Aquella fortaleza espiritual no era de este mundo. Jamás hablaba de sus enfermedades y de las dificultades que ellas le presentaban. Exhibía siempre una paz y gozo sobrehumano”.

Por su parte, el mismo licenciado Espinal en la introducción de su obra, dice: “Caminando con un santo es un libro que trata sobre mis vivencias espirituales con el reverendo padre Benigno Juanes Risco, S.J., sacerdote que se consagró por completo al servicio apostólico, siendo reconocida su vida de santidad por la jerarquía de la Iglesia dominicana, superiores y compañeros de la orden religiosa a la que pertenecía, sacerdotes locales e internacionales, consagrados, religiosas y numerosos seglares”.

2. Mi testimonio

1. Conocí del padre Benigno Juanes, S.J., un libro sobre latín, del que conservo la edición de 1963. Yo lo hacía un experto en latín y pensé que se dedicaría a impartir clases de esa materia. Luego cayó en mis manos, con agradable sorpresa para mí, su libro “Espiritualidad Cristiana Hoy”, de 1967.  Esta publicación cambió mi visión sobre él y lo coloqué entre los expertos en espiritualidad.  

2. Mi relación más profunda con el padre Juanes comenzó a fines de la década de los 70 y continuó a lo largo de los años en el contexto de la Renovación Carismática en el Espíritu Santo. Un contexto marcado, claramente, por lo espiritual.  Así coincidimos ambos como asesores de ese movimiento, el en Santo Domingo, yo en Higu?ey. De esos días recuerdo eso: al hombre espiritual y seguro en la doctrina cristiana.

3. Coincidimos, por igual, en muchos cursos y retiros para los servidores de la Renovación Carismática. Me marcó su humildad: toda mi vida lo consideré un maestro sobre el Espíritu Santo y sobre temas espirituales. En las presidencias de las eucaristías de esos encuentros, yo consideraba que era él quién debía presidir. Siempre declinó en mí y nunca logré  que lo hiciera él. No tenía más remedio que obedecerlo, porque era mayor que yo y porque le tenía un inmenso respeto y veneración.

4. Otra cosa que me impactaba era el hecho de cómo supo unir, de manera maravillosa, los contenidos y método de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, de los que era  un experto por su condición de jesuita, a los contenidos y métodos del recién nacido Movimiento Carismático. Para mí este dato significa una gran fidelidad a si mismo, a la tradición recibida y una gran apertura al Espíritu Santo, “que hace nuevas todas las cosas”; como dice Jesús fue un escribano que supo “sacar de su arca cosas viejas y cosas nuevas”. En este punto, como en otros, lo considero dotado de una gran sabiduría.

5. Admiro en el padre Juanes su perseverancia a lo largo de los años y con mucho sacrificio en la misión, tareas que el Señor le confió: Asesor de la Renovación Carismática en la Arquidiócesis de Santo Domingo y a nivel nacional y fundador de la Comunidad de la Visitación y la Eucaristía. Veo en estas obras un signo de su gran fe, su esperanza y caridad.

6. Junto a estas tareas apostólicas hay que destacar esta otra: su empeño en la formación de líderes laicos y laicas. La Iglesia dominicana le agradecerá siempre esta labor. Basta citar al respecto las siguientes obras: la Escuela de Servidores de la Renovación Carismática; la Escuela de Teología para laicos, a nivel universitario, la primera de este tipo en la República Dominicana; la capacitación de laicos y laicas para dirigir Ejercicios Ignacianos, también algo nuevo en el país; las continuas charlas a los miembros de las organizaciones, que asesoraba; los 49 libros que escribió, de los cuales alrededor de 30 están dedicados solo a temas de la Renovación Espiritual; las interminables horas que dedicó a la dirección espiritual personal, sin la cual es imposible la formación de líderes en profundidad.  Se puede afirmar que en verdad Benigno Juanes, S.J., fue un padre espiritual a tiempo completo, entregado de cuerpo y alma, a formar laicos y laicas.  Por eso parece que prefería ser llamado más “asesor” que “director” de las obras que animaba. De esa manera se veía mejor su perfil sacerdotal: formador de laicos y laicas para que ejerzan su propio ministerio y liderazgo en la Iglesia.

7. Puedo confesar, asimismo, que el padre Juanes daba seguridad a los Obispos dominicanos en el acompañamiento que hacía a la Renovación Carismática: era un hombre sabio y de doctrina firme y clara.

Esa misma seguridad me daba a mí la comunidad de la Visitación y la Eucaristía: aprobé su establecimiento, primero en la Diócesis de La Altagracia y luego en la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros.

8. Incluso, puedo decir, en esa misma línea, sin faltar a ningún secreto ni caer en indiscreción alguna, que le pedí hace varios años al padre Juanes que me dirigiera unos ejercicios espirituales ignacianos en la vida. Por mi formación en el Seminario Mayor de Santo Domingo y en Roma, hago parte de la escuela espiritual de San Ignacio, igual que otros cinco de mis hermanos que enumero a continuación:  Mercy, que justamente ha estado muy ligada al padre Juanes como miembro de la comunidad de la Visitación y la Eucaristía, directora de la Escuela de Servidores de la Renovación Carismática en Santo Domingo, igualmente directora por más de 25 años de la Escuela de Teología para laicos, conferencista y directora de Ejercicios Espirituales Ignacianos; Ana María, del Instituto Secular de Nuestra Señora de la Altagracia, marcada por la espiritualidad Ignaciana, fundado por el padre José María Uranga, S.J.; Ilderín, que ya partió a la casa del padre, formado en el Instituto Politécnico Loyola de San Cristóbal y más tarde profesor en el mismo; Héctor y  Antonieta, que en sus años de adolescencia en la pastoral juvenil, fueron marcados por un asesor jesuita; y ahora Antonieta, concretamente, acompaña, como sicóloga a jóvenes estudiantes jesuitas en su proceso formativo.

Mi proyecto, pues, de unos ejercicios espirituales ignacianos en la vida, dirigidos por el padre Juanes fue aceptado por este con prontitud y disponibilidad. No los hice finalmente. No por él, sino por mis múltiples tareas, idas y venidas. Viendo al hombre de gran estatura espiritual  que era él, debo decir:
¡De lo que me perdí!

CONCLUSIÓN:

CERTIFICO que cuanto he transcrito aquí está recogido en el libro del Lic. Luis Espinal “Caminando con un santo”.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros a los 15 días del mes de junio del año del Señor 2012.

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