Los éxitos de los servicios de inteligencia, las medidas de precaución y la rápida ofensiva del Ejército Rojo evitaron que el mundo sufriera un “apocalipsis bacteriológico” en 1945, estima Alexánder Zviágintsev, exfiscal e historiador de varios procesos judiciales internacionales del siglo XX. En su opinión, hubo una “conspiración contra el mundo y la humanidad por parte de la camarilla militarista de Japón”, tal y como lo atestiguan algunos de los documentos recientemente desclasificados en Rusia.

Tras la creación del Escuadrón 731 del Ejército Imperial Japonés (fundado en el territorio invadido de Manchuria para preparar una guerra bacteriológica), apareció en el Lejano Oriente ruso la garrapata portadora de encefalitis, “el denominado ácaro japonés que proliferó después a lo largo de la Unión Soviética, ahora por toda Rusia y llegó a nuestra frontera occidental”, explica Zviágintsev. “Con anterioridad nunca lo habíamos tenido”, afirma, al tiempo que atribuye la difusión del carbunco al programa nipón de armas bacteriológicas, debido a que los militares nipones soltaban sus cepas en los ríos afluentes del Amur.

El presidente de la Junta directiva de la Sociedad Histórica Rusa, Konstantín Mogilevski, recuerda que los principales responsables de estas acciones fueron enjuiciados en diciembre de 1949 en la ciudad rusa de Jabárovsk. De hecho, Mogilevski recordó estos acontecimientos en una rueda de prensa dedicada a la convocatoria este mes de septiembre del foro conmemorativo ‘Proceso de Jabárovsk: lecciones históricas y desafíos modernos’.

El Ejército Rojo, según queda reflejado en los documentos históricos, “evitó numerosas bajas debido al trabajo de los servicios de inteligencia y otros, ya que las vacunas fueron inoculadas a tiempo y se había organizado el suministro de agua que excluía el uso del agua fluvial y de fuentes locales”. Los propios japoneses, recordó Mogilevski, “sufrieron más por el uso de estas armas bacteriológicas”. Hubo también varios casos de uso del arsenal de peligrosas bacterias contra los ciudadanos chinos.

Experimentos en humanos

El primer uso de estas armas se documentó mucho antes de 1945, a mediados de 1938, durante la batalla de Jaljin Gol, conocida en la historiografía nipona como el incidente de Nomonhan, cuando  las tropas mongoles y soviéticas trataban de expulsar hacia Manchuria al Ejército nipón, que había invadido el este de Mongolia.

Según Mogilevski, la difusión del material contagioso se produjo porque los japoneses tuvieron que huir “mientras que las armas bacteriológicas ya habían sido producidas y estaban listas”. Fue entonces cuando las bacterias terminaron en el río Jaljin Gol.

Documentos relacionados con ese programa militar nipón fueron desclasificados el pasado mes de agosto por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia en respuesta a una solicitud de la Sociedad Histórica Rusa, detalló Mogilevski. Durante el próximo foro, se harán públicos más documentos, cuya publicación permitirá que muchas personas, especialmente lo jóvenes, conozcan acontecimientos de los que prácticamente no quedaron testimonios.

“Incluso después de todos los horrores de los campos nazis de Auschwitz, Majdanek, Treblinka, podemos operar con las historias de algunos testigos, las personas supervivientes”, destacó el jefe de la Junta directiva de la Sociedad Histórica Rusa. Asimismo, enfatizó que “nadie sobrevivió” en las instalaciones similares “donde los sayones japoneses llevaban a cabo experimentos con personas, con ciudadanos soviéticos, chinos, nuestros emigrantes”. “No quedó un solo testigo”, recalcó.

Después de la derrota nipona

El tribunal de Jabárovsk se centró en las unidades especiales del Ejército de Kwantung, que se dedicaban al cultivo de las cepas de peste, cólera, ántrax, entre otras, así como a los experimentos en personas y a los preparativos de la guerra bacteriológica. Aunque el Escuadrón 731 fue creado principalmente para librar dicha guerra contra la Unión Soviética, también se encontraban entre los objetivos en Mongolia y China, afirman los historiadores.

Doce militares nipones acusados ​​de estas acciones contrarias a los convenios internacionales fueron condenados en 1949 a distintas penas de prisión, incluido el comandante del Ejército de Kwantung, el general Otodzoo Yamada. Sus declaraciones en el proceso y los recuerdos del personal del mencionado destacamento permitieron situar el número de fallecidos durante las pruebas de las armas en unas 3.000 personas. Sin embargo, un libro publicado recientemente en China sobre los crímenes bélicos de Japón eleva esta cifra hasta las 10.000 víctimas mortales.

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