Comprender al Presidente

Hemos sido muy críticos de la propuesta fiscal del gobierno, en los aspectos que pudieran ser muy sensibles para la población, pero la…

Hemos sido muy críticos de la propuesta fiscal del gobierno, en los aspectos que pudieran ser muy sensibles para la población, pero la realidad es que tenemos el elevado déficit fiscal que debe ser manejado mediante medidas que equilibren las finanzas públicas y que permitan mantener la estabilidad macroeconómica.

Ya sabemos esa realidad y nada hacemos con desatar una cacería de brujas. También sabemos que la administración anterior desarrolló un agresivo programa de inversiones públicas, que el subsidio eléctrico fue disparado en medio de una competencia electoral, lo mismo que el gasto corriente. Podríamos insistir en ese debate, pero no conducirá a nada.

En esa perspectiva, resulta prudente escuchar la voz de un presidente que pide comprensión: “Lo que estamos viviendo no es un juego. El primero que hubiese deseado no tener que transitar el camino de la reforma era yo. Incluso, en honor a la verdad, y Dios sabe que es así, exploré varios caminos para no tener que hacer una reforma fiscal. Nadie simpatiza con una reforma fiscal, incluyéndome a mí. Yo dije que para mí era un trago muy amargo, pero yo no tenía alternativa…”

El lunes planteábamos que el gobierno necesita recursos para honrar los compromisos del próximo período fiscal, aumentar el presupuesto para educación y salud, y mejorar la seguridad pública, pero además, tiene que encarar el pesado fardo de la deuda y la carga de la CDEEE.

Pero hay más, la nueva administración no puede dedicarse sólo a administrar la crisis. Debe impulsar con un sentido de prioridad y equidad su plan de inversiones. ¡Cuántas comunidades siguen a la espera de la atención del gobierno!

Comprendemos todo eso, y es bueno que se haya abierto un diálogo. Tienen que ser establecidas las bases que nos permitan a todos dar el sí. El Presidente tiene que comprometerse con el mismo grado de seriedad que la crisis demanda, y ese compromiso tiene que ser con los disminuidos, de modo que el  trago no resulte tan amargo como él mismo ha dicho.

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