Comunicación y gobierno

La comunicación entre gobernantes y gobernados suele ser más importante que las acciones mismas que ejecuta la Administración.

La comunicación entre gobernantes y gobernados suele ser más importante que las acciones mismas que ejecuta la Administración. Sin importar lo positiva o negativa que resulten, deben ser informadas con la mayor propiedad, claridad y precisión, con un sentido mínimo del impacto que pudieran tener.

Cuando eso no ocurre como debe ser pueden surgir  percepciones que no guardan relación apropiada con la realidad.

Dos informaciones originadas por dos funcionarios del gobierno dieron la impresión de que se producían “ciertos avances” en determinada dirección respecto a resultados no previstos, asociados al encuentro de Juana Méndez, Haití. Todos sabemos que cualquier información sobre la situación entre los dos países es de alta sensibilidad, a ambos lados de la isla.

El ministro de Agricultura Juan Ramón Rodríguez anunció la reanudación de la exportación de pollos y huevos hacia Haití y progresos entre empresarios haitianos y dominicanos para instalar granjas al otro lado de la frontera. No pasaron 24 horas cuando ya el ministro estaba corrigiendo lo que dijo.

Después el ministro de la Presidencia declaró en un contexto incierto que el presidente de la República Danilo Medina había prohibido la deportación de haitianos. El dato resultaba incomprensible hasta para el manejo mediático. No hubo mayores explicaciones, pero el sentido común sugería a los editores de medios que probablemente Gustavo Montalvo estaba hablando del decreto 327-13 que instituye el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros en Situación Migratoria Irregular en República Dominicana, que efectivamente concede un plazo de 18 meses para acogerse al mismo y por ese período se cancelan las deportaciones.

Fue una declaración lacónica de tal naturaleza que resultaría preferible no decir nada porque se convierte en una fuente de confusión para un periodismo que generalmente no averigua ni reflexiona sobre nada y se limita a reproducir inmediatamente cualquier cosa que diga un funcionario aunque esté señalando lo obvio, sin entrar en especificaciones.

Entonces surge un escenario de confusión, creado por dos intervenciones incomprensibles. Información errónea, información no contextualizada que genera una percepción que a fin de cuenta puede ser falsa, porque se origina en una situación incierta. Y todo originado justamente por dos servidores del Estado.

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