Crónicas del Liceo

Si los ciudadanos practicasen entre sí la amistad, no tendrían necesidad de la justicia.ARISTÓTELES Aristóteles entendía como posible el descubrir la causa final, que determina en qué dirección una esencia…

Si los ciudadanos practicasen entre sí la amistad,
no tendrían necesidad de la justicia.
ARISTÓTELES

Aristóteles entendía como posible el descubrir la causa final, que determina en qué dirección una esencia se mueve o se desarrolla. Le concernía también la causa eficiente, esto es, la razón inmediata de un acontecimiento: su motivo, su pretexto. Importaba para él, asimismo, la causa material, o, lo que es igual, la sustancia con que está hecha una cosa. Así, como resultado de una causa eficiente (del apareamiento, por ejemplo) surge un embrión que tiene los mismos materiales constituyentes que otras entidades (la misma causa material), pero con una forma particular que determina el tipo de ser que ha de surgir en presencia de unas condiciones propicias (la causa final).

La filosofía de Aristóteles es naturalista y teleológica. Naturalista, en primer lugar, por cuanto él aplica, mucho más que Platón, los métodos de observación y clasificación que aprendió cuando estudiaba medicina. Su enfoque, en otro plano, es también naturalista: cree que el universo está formado por una jerarquía de seres con potencialidad propia para desarrollarse hacia su fin particular, hacia la causa final: el telos.

Aristóteles aplica su método a la ética, a la sociedad y a la política. Y todas estas funciones implican la participación en el telos de un todo que es mucho mayor: la sociedad-estado. Por esta razón, entendió que la política era la ciencia maestra. Al estudiar cómo alcanzar la buena vida, la sabiduría política determina el lugar subordinado que ocupan otras ramas del pensamiento (la medicina, la ciencia militar, la economía familiar), valiosas en tanto contribuyen al bien total de la comunidad.

Su empirismo era obvio: en el Liceo hizo que los alumnos estudiaran más de 150 tipos de constituciones políticas. Al pensar en la organización de toda la comunidad, el filósofo se dedica a la tarea de descubrir reglas de juicio normativo y otorga prioridad al bien de la comunidad considerada como un todo, por encima de los deseos y del bienestar de los individuos particulares. De este modo, su comunidad ideal posee un aspecto autoritario, receloso de la inestable democracia.

Aristóteles concibe la sociedad como una empresa ética, basada en la sociabilidad natural del hombre. Dentro de una colectividad política, el individuo se dirige hacia el logro de la bondad moral y la excelencia intelectual.

La concepción aristotélica acerca de la sociedad y el Estado queda plasmada en la polis: la comunidad cívica donde el hombre se establece de forma natural. El grupo más simple es la familia o comunidad doméstica (el oikos), que surge del instinto sexual o apareamiento que el hombre comparte con los animales y que se mantiene por el amor mutuo de padres e hijos. Aunque la amistad que existe en la casa o comunidad doméstica no es de igualdad. El amor que el padre siente por su esposa e hijos es el amor de un superior natural. Digamos que él “gobierna a la mujer como si fuera un monarca limitado, a los hijos como si fuera un monarca absoluto, y es un déspota con sus esclavos”.

Existen, según Aristóteles, seis tipos principales de polis: tres buenas y tres malas. Las tres formas buenas son: (1) monarquía: cuando un hombre gobierna en favor de los intereses de la polis; (2) aristocracia: cuando unos pocos gobiernan del mismo modo; y (3) politeia (o timocracia): el gobierno de la mayoría con un mismo fin. Las formas corrompidas de gobierno, simétricas a las anteriores, son: (1) tiranía: el gobierno de uno; (2) oligarquía: el gobierno de algunos; y (3) democracia: el gobierno de muchos. En estos últimos tres casos, el interés de los gobernantes reside únicamente en sus propios asuntos.

Cabe pensar que Aristóteles está a favor de la politeia, esto es, del compromiso que se establece entre lo mejor y lo practicable. Acepta, asimismo, algunos rasgos de oligarquía en la constitución, al hacer de la riqueza un atributo para ejercer el cargo de magistrado. Él tiene razones para preferir un sistema relativamente aristocrático o meritocrático, porque sencillamente no cree en la igualdad humana. Sólo aquellos que poseen una elevada habilidad natural y una buena cuna sirven para gobernar y pueden alcanzar el cultivado estilo de vida que Aristóteles admira. El resto de la comunidad tiene menos importancia y su bajo modo de existencia tiene significado, acaso, porque contribuye a mantener las condiciones necesarias para la seguridad material de las pocas personas con talento.

El escalafón aristotélico está claro: en la cima se encuentran aquellos individuos relativamente ricos que son también virtuosos. A éstos les siguen los ricos no virtuosos y los dueños de las comunidades que se dedican a la agricultura. Debajo está la masa de los habitantes de la ciudad que trabajan en el comercio y en las labores manuales. En el último lugar de la pirámide jerárquica aparecen los esclavos naturales y los extranjeros (los metecos).

Aristóteles asistió a la Academia de Platón, en Atenas, durante veinte años. Luego fundó su propia escuela, el Liceo, también en la ciudad-estado ateniense. Había nacido en el año 384 a.C. en Estagira, pequeña colonia griega en el corazón de Tracia. Provenía de una familia de médicos. Fue tutor del joven Alejandro, antes de que su alumno se convirtiera en el rey de Macedonia. Aristóteles nunca aceptó íntegramente las prácticas democráticas de los atenienses. Por este prejuicio fue expulsado de Atenas durante una ola de sentimiento antimacedonio. Al comprender que era inútil defenderse, abandonó furtivamente la ciudad. “No quiero –dijo, en una evidente alusión a Sócrates– que Atenas se manche con otro delito contra la filosofía”. Moriría poco tiempo después, en Cálcida, a la edad de sesenta y cinco años.

La filosofía aristotélica domina el pensamiento de la Europa medieval y, por consecuencia, traza las líneas maestras de la teología católica hasta nuestros días. Sus escritos tratan de ciencias naturales, metafísica, ética, lógica, retórica, estética y política. Con plenitud, la obra del gran Estagirita permanece como la más grande y fértil construcción de la mente humana en todos los tiempos.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas