Cuando la pena no disuade

La pena de prisión cumple, en los ordenamientos represivos modernos, una doble función de enviar un mensaje intimidatorio a toda la población…

La pena de prisión cumple, en los ordenamientos represivos modernos, una doble función de enviar un mensaje intimidatorio a toda la población y de apartar de la sociedad, temporal o permanentemente, al infractor. El apartamiento del infractor, que en la antigüedad se lograba con el destierro de las tribus y naciones, tiene asignada hoy en día la finalidad de evitar la reincidencia del condenado, una vez que se reintegre a la sociedad.

Por eso, en la penología moderna el apartamiento, encierro o prisión del condenado, viene acompañado de planes de rehabilitación para que su reinserción social sea productiva y alejada del delito.

En República Dominicana se han logrado avances importantes en materia de reducción de la reincidencia, pues en los Centros de Corrección y Rehabilitación (CCR), del Nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria, se han implementado planes de rehabilitación y de reinserción que sitúan la reiterativa de sus egresados en un nivel cercano al 3%.

Algunas personas atribuyen el auge de la delincuencia juvenil a la pérdida de los efectos disuasorios del castigo penal entre nuestros adolescentes, porque en el sistema no se estarían combinando en forma adecuada las dos variables que, de acuerdo con Bentham, determinan el costo del delito: a) la probabilidad del castigo, y b) la severidad de la pena.

Ese análisis, aún si fuera correcto, sigue siendo parcial, porque incurre en la falacia punitivista de pretender que actuando sobre uno de los extremos de esa fórmula, triplicando el máximo de la pena de prisión, se va a producir una reducción de la delincuencia juvenil.

¿Qué está pasando en la sociedad dominicana que la pena de prisión no parece amedrentar a jóvenes y adultos, registrándose un incremento de las conductas más graves y lesivas?

La respuesta a esa pregunta y el abordaje de esa problemática debe ser integral, multidisciplinario e interinstitucional, pues pretender que el sistema penal aporte por si sólo la solución es desconocer la complejidad del tema delictivo, así como su naturaleza multifactorial.

La delincuencia juvenil se va a reducir cuando seamos capaces de controlar los factores sociales que la favorecen e invertir en la rehabilitación de los jóvenes que han delinquido, como forma de reducir los niveles de reincidencia. 

Mientras, es probable que, en la modificación del Código del Menor ocurra lo mismo que ha acontecido desde el año 2003: que el incremento de las penas a los adolescentes no parece haber incidido en una reducción de la delincuencia juvenil.

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