Las revelaciones de los famosos WikiLeaks sobre el país son suficientemente aleccionadoras acerca de las relaciones y diálogos que los funcionarios, comenzando por el presidente de la República, deben desarrollar con los representantes de Estados Unidos.
Todo lo anotan, lo graban discretamente y lo despachan a Washington. También deben ser útiles para algunos periodistas invitados por la embajada para “intercambiar”.
Ahora deben medir más sus juicios, porque aunque teóricamente son fuera de récord, comoquiera quedan registrados. Hasta los chismes del patio que a veces parecen insignificantes para los dominicanos, que utilizan expresiones muy coloquiales sobre alguna persona, como “ese es un loquito” o un “loco viejo”.
En fin, que esos cables enseñan la necesidad de algunos silencios, medir bien las palabras y especialmente no dejarse manipular por el poder omnipresente de Estados Unidos en el país, sólo comparado con el gran poder de Dios, lógicamente, hasta que no pisan las puertas del Cardenal, quien los mantiene a una calculada distancia, no sólo por sus críticas, sino por su firmeza manifiesta. Mientras, muchos siguen temblando ante la posibilidad de más revelaciones.
