Dar con un corazón alegre

Para quienes asumimos las enseñanzas de Jesús como norte de nuestras vidas, uno de los elementos que muestra la grandeza de nuestros corazones son los diezmos y las ofrendas. Dios es un dios de amor, de siempre darle además, de bendecir, para enseñarn

Para quienes asumimos las enseñanzas de Jesús como norte de nuestras vidas, uno de los elementos que muestra la grandeza de nuestros corazones son los diezmos y las ofrendas. Dios es un dios de amor, de siempre darle además, de bendecir, para enseñarnos que, como dice Hechos 20:35, “es más bienaventurado dar que recibir”. Quien no tiene a Jesús como guía dirá que dar su dinero o su tiempo a iglesias es una forma de ayudarlas y que por tanto eso se hace “si uno quiere”. Pero los que estamos en el camino del Señor sabemos muy bien que dar es una forma de actuar como Dios actúa con nosotros, ya que es ÉL quien nos da todo lo que tenemos. La inteligencia que poseemos, la capacidad que desarrollamos, la familia que tenemos, el trabajo, las casas, los vehículos, los sueños, las ilusiones, todo lo bueno que tenemos en esta vida, no importa cuánto hayamos trabajado para lograrlo, es fruto de lo que Dios nos da.
Y así como él nos da todo sin pedir nada a cambio, él quiere que nosotros demos y para eso están como norma los diezmos y las ofrendas. Pero Dios no quiere que demos por dar, pues él valora no a los que dan buscando recibir más, sino a los que dan con un corazón alegre, mostrando agradecimiento por lo que han recibido. Eso se precisa muy claro cuando el apóstol Pablo dice en Segunda de Corintios 9:7 lo siguiente: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”.
Y es muy cierto: Dios ama al dador alegre, no a aquél que da por obligación, por necesidad o de mala gana. Y Dios quiere que aprendamos a dar mucho pero con el corazón puesto en lo que damos y con una actitud humilde y sincera. En la Biblia hay un pasaje en Marcos 12 del versículo 41 al 44, que narra un momento donde Jesús está frente al arca de la ofrenda viendo como mucha gente rica echa mucho dinero y entonces ve una viuda pobre que sólo echa dos blancas, que ahora serían como dos pesos, y entonces llama a sus discípulos y les dice: “De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento”.

De esa manera es que nuestro Dios quiere que aprendamos a dar nuestros diezmos y ofrendas tanto en las iglesias como ante cualquier ofrenda que ofrezcamos para ayudar a nuestros hermanos  y hermanas o a una causa justa.
La viuda pobre dio no lo que le sobraba, sino todo lo que tenía. Lo hizo con agradecimiento al Señor, con un corazón alegre y lleno de amor, con fe y profunda confianza, sin importarle que se quedaría sin nada porque estaba convencida de que Dios nunca abandona a sus hijos. Es así como debemos dar todo lo que damos al Señor y a nuestros semejantes: Con un corazón alegre, con agradecimiento, con generosidad, sin esperar nada a cambio, sin temor a que vamos a perder lo que tenemos y profundamente conscientes de que siempre hay mucho mayor bienaventuranza dando que recibiendo.

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