Del TLC a más de 10 años (1)

Cuando nos empujaban a la firma del DR-CAFTA, escribí dos artículos en las páginas de El Caribe, con el tema del TLC, que salvando distancias, mantienen plena vigencia. Se percibe el mal aliento dragón devastador del forzado acuerdo, como “réquiem

Cuando nos empujaban a la firma del DR-CAFTA, escribí dos artículos en las páginas de El Caribe, con el tema del TLC, que salvando distancias, mantienen plena vigencia. Se percibe el mal aliento dragón devastador del forzado acuerdo, como “réquiem” para la maltrecha industria nacional y si fuéramos muchachos hubiéramos dicho: “tu ve. Te lo dije”, socorrida frase que irrita, nada resuelve, remueve entrañas y encoleriza, ante culpas y absurdas razones, Escribí entonces, en el primero:

“Un tratado de libre comercio es un acuerdo entre dos o más países que pactan que las mercancías producidas en uno serán importadas por los otros sin pago de impuestos a su entrada o como se dice en la jerga técnica, con arancel cero o libre de gravámenes.

El país ha sido testigo marginal de las discusiones y posteriores “negociaciones” que dieron lugar al TLC con los Estados Unidos, pendiente de la aprobación por nuestro Congreso y el del coloso del norte. Tiene el DR-CAFTA, rostro de compromiso ineludible y sus defensores los describen fórmula mágica para el anhelado despegue productivo, que impulsaría un genuino desarrollo industrial y de servicios.

En contraste, sus detractores llaman la atención sobre lo complejo del momento, frente a una crisis que no termina, una nación divorciada de la competitividad y la ausencia de reglas locales que garanticen la equidad. Esto sin quitar los méritos y beneficios que conllevaría la implementación de las acciones obligadas que arrastra su ejecución.

Hay también quien destaca los aspectos nebulosos del convenio. Desde que se vislumbró la posibilidad de ese acuerdo, se evidencian condicionamientos que van más allá de un simple marco definitorio de un comercio privilegiado que debería favorecer, en teoría, a ambos países. En un contexto de desproporcionadas diferencias se pretende que compitan, un coloso de la industria y la eficiencia, contra un conglomerado productivo en evidente decadencia, amarrado a condiciones locales que ponen de frente a dos ambientes productivos de brutales diferencias. Válida la advertencia que la industria dominicana hace, cuando en una acción unitaria, llama la atención de que en un acto voluntario, un “haraquiri” colectivo sin ritual Samurai, pudiéramos estar llevando el país y sus sectores productivos, hacia un descalabro económico.

Es imprescindible la equidad fiscal y la existencia de políticas coherentes. Como experiencia reciente solo hay que analizar los resultados prácticos del acuerdo con Centroamérica que evidencia las enormes desigualdades en que operan sus sectores industriales, donde los costos para productos similares revelan brutales diferencias. Llama a reflexión la esencia de lo que reclaman las asociaciones empresariales de los sectores manufactureros antes de la eminente ratificación Congresual, porque pudiera ser tarde cuando la industria local sea cadáver”. l

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