Del TLC a más de 10 años (y 2)

El DR-CAFTA asoma como monstruoso fantasma, sobre el sector productivo nacional. Se dice que este acuerdo, al que llegamos tarde a “negociar” y solo con “lo’samericano”, que unicamente saben imponer para sus propósitos, fue el sacrificio…

El DR-CAFTA asoma como monstruoso fantasma, sobre el sector productivo nacional. Se dice que este acuerdo, al que llegamos tarde a “negociar” y solo con “lo’samericano”, que unicamente saben imponer para sus propósitos, fue el sacrificio calculado a los dioses del Olimpo moderno, para mantener las exportaciones de las Zonas Francas al mercado americano. El artículo de hace ya 10 años, fue publicado con el título “No Entiendo” y decía: “Sigo sin comprender, y no estoy solo en este proceso de ignorancia medular, como es que el DR-CAFTA, va a beneficiar a la sociedad dominicana de la manera que sus defensores suponen. Por más que trato de comprender los argumentos de los entusiastas del acuerdo, la realidad dominicana se ocupa de arrastrarme a la posición de incomprensión. No hay que hacer ningún ejercicio para entender que las diferencias entre los sectores comerciales y productivos son abismales. La agricultura no puede ponerse en balanza alguna y en servicios no somos los más aventajados. ¿Qué es lo que vamos a exportar? ¿En qué tiempo estaremos preparados para sacar ventajas? Los americanos no necesitan un día completo para aprovecharlo. Con una energía eléctrica secuestrada por los aventureros que abortaron el proceso de privatización, no tenemos salida Mientras, añadimos más de 8 millones de consumidores al productor externo. Clamo a los herederos de Paco Escribano por si conocen donde fue a parar la “bola de Cristal” con la que adivinaba el presente y futuro del barrio nacional, como antídoto de mi desconocimiento”.

“Con la importación libre de aranceles de los productos americanos, veremos desaparecer los artículos criollos a la velocidad de rayo y muy pocos de los nuestros alcanzarán los anaqueles de los supermercados americanos. Se me revoltea la ignorancia y cada vez comprendo menos. Aun con los elementos compensatorios que la dirigencia empresarial reclama de manera vehemente, no podrá equilibrarse el desfase entre las partes. El resultado comercial será el mismo que nos dejó la Intervención del 1916: un arancel favorable a la gran nación pero esta vez sin botas ni bayonetas. Es probable que sean tan grandes las ventajas que no logro ver, que nos exijan resolver de paso el problema haitiano. Parece que el tratado lleva dentro algún componente mágico que va a enderezar al país en lo referente a desempeño gubernamental, asuntos laborales y medioambientales, eficiencia productiva y sabe Dios cuantas bondades más. Pero no comprendo. Hay que adecuar la nación a unos requerimientos tales que tendremos dos naciones iguales con la única diferencia del idioma y los pobres que estarán de este lado. Y no vislumbro aún donde están las ventajas aunque sin esfuerzo puedo entender donde están las dificultades y quizás no sea más que mi profunda ignorancia de la diplomacia comercial moderna y sobre los tratados (forzados) de libre comercio”.

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