La delincuencia no discrimina

Los ciudadanos reclamamos seguridad, y es razonable. Los destinatarios de esas angustias son los responsables de hacer que predominen la ley y el orden.

Los ciudadanos reclamamos seguridad, y es razonable. Los destinatarios de esas angustias son los responsables de hacer que predominen la ley y el orden. Enfáticamente, quienes tienen a cargo las políticas del Estado en esta materia, es decir, el Ministerio de Interior y Policía y las Fuerzas Armadas. Obviamente, el Presidente de la República no está al margen de ello. Es el primer responsable de garantizar un clima de tranquilidad. Un ambiente que permita a las personas trabajar y progresar, y al mismo tiempo, tener la posibilidad de disfrutar los espacios de recreación sin miedos.

De todo el tinglado a cargo de las políticas públicas, los que más se sacrifican son los ejecutores de las mismas, y ahí entran los policías, y también, por la complicada situación, los guardias, que dicho sea de paso, no se están viendo en las calles como en días anteriores.

El lunes la Policía celebró su Día, el  de su Santo Patrón San Judas Tadeo. La ocasión no fue festiva, porque ocurrió bajo el sino de la violencia que se torna incontrolable. Era un buen día para congratular a sus miembros que sufren dramáticamente la violencia. El jefe de la Policía reveló que 43 miembros han caído a consecuencia del flagelo. También han sido asesinados 18 militares,  en lo que va de año.

Nos quejamos de que la Policía suele ser un factor de multiplicación de la violencia y que algunos de sus miembros terminan enrolados en la criminalidad. Es verdad, pero hay que reconocer que el de la Policía es un trabajo difícil, lleno de riesgos  y tentaciones.

Hay que comprender a la Policía. Apoyarla y ayudarla, sin renunciar a las críticas cada vez que sean necesarias. Y como la violencia es un problema de todos, debemos no sólo reclamar la paz a la que tenemos derecho, sino también ver cómo podemos contribuir a disminuir las amenazas que tanto perturban a todos.
Lamentamos tantos policías y militares  caídos en la lucha contra el crimen. Persistamos en el afán colectivo por impedir que la violencia lo marque todo, hasta los sueños, los cotidianos y los del futuro.

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