El docente universitario (2 de 2)

El perfil del docente de educación superior del siglo XXI  se ha complejizado porque la universidad ha tenido que asumir las transformaciones que demanda la sociedad, caracterizada por la globalización del conocimiento y la sofisticación tecnológica,

El perfil del docente de educación superior del siglo XXI  se ha complejizado porque la universidad ha tenido que asumir las transformaciones que demanda la sociedad, caracterizada por la globalización del conocimiento y la sofisticación tecnológica, lo que genera estudiantes más versátiles, con necesidades  diversas y acceso a la información. Esto implica para el docente un cambio de paradigma. Su rol ha pasado a ser de mediador o facilitador, centrado en el aprendizaje de los estudiantes y encaminado a fortalecer sus procesos de desarrollo personal, profesional y social. A este docente le toca reconstruir su identidad  personal y profesional. No es un proceso fácil y debe asumirlo acompañado y apoyado por su institución. A la universidad le corresponde articular  los procesos de formación y actualización. Lo primero es contar con políticas de reclutamiento y selección  académicas adecuadas, y después con políticas para desarrollo  y cualificación de docentes que puedan asegurar su estabilidad laboral. La carrera docente es un instrumento idóneo para esos fines. Por un lado, es altamente motivadora para los universitarios,   propicia su capacitación, y la diversificación de su rol más allá del aula. Por otro lado, obliga a las universidades a mantener una dinámica interna de evaluación, promoción y permanencia de sus docentes.  No podemos dejar de lado la realidad laboral del docente:  salario, horario, carga académica, sistema de incentivos, condiciones de trabajo y plan de retiro.  Si bien es cierto que hay un importante componente de vocación en el ejercicio de la docencia, no menos cierto es que este profesional tiene los mismos derechos de disfrutar una vida digna como cualquier otro profesional. “En ningún otro contexto social tienen los individuos  un papel  tan relevante como en la labor universitaria. Ellos son una  fuente de poder y a la vez de debilidad de las actuales universidades, pues los individuos constituimos su principal patrimonio. De cada uno de nosotros, de nuestra aptitud intelectual, creatividad, capacidad de búsqueda e investigación, producciones científicas o artísticas, etc. depende lo que la universidad es y lo que puede aportar a la sociedad”, afirma el educador español Miguel Zabalza.

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