Dominicanos presentes en la 11 Bienal de La Habana

Sin pretender historiar un evento de tal magnitud como la Bienal de La Habana, nacido al calor de un pujante y vigoroso movimiento artístico…

Sin pretender historiar un evento de tal magnitud como la Bienal de La Habana, nacido al calor de un pujante y vigoroso movimiento artístico nacional, de un contexto internacional asomado a profundos cambios con el arribo pleno de la postmodernidad, y como modo de rendir homenaje a la vida y obra de Wifredo Lam, se hace necesario señalar como factor indiscutible para su surgimiento y desarrollo la creación de la institución que lo habría de impulsar hasta nuestros días, el prestigioso Centro Wifredo Lam.

Esta fiesta de las artes se lleva a cabo desde 1984, y desde entonces se reúnen un grupo de obras y artistas de distintas nacionalidades bajo un criterio curatorial que tradicionalmente se han enfocado en temas latinoamericanos y del tercer mundo.

En esta oportunidad, un particular grupo dominicano han sido invitado a formar parte del evento: Quintapata. La producción creativa de este colectivo se desarrolla en torno a dos ejes fundamentales: por un lado, hacia la gestión de proyectos artísticos que hacen posible una mejora en las condiciones de creación del propio colectivo y de otros artistas; por otro, la generación de obras colectivas. En sus últimos proyectos, el grupo formado por Pascal Meccariello, Raquel Paiewonsky, Jorge Pineda y Belkis Ramírez ha tratado de subsanar los problemas que determinan la creación artística en República Dominicana, y de generar un contexto que permita la integración entre arte y sociedad.

«ADN», su segundo proyecto y que presentarán por primera vez en dicha bienal, se plantea como una revisión de las reglas que determinan la práctica de lo cotidiano, al tiempo que reflexiona acerca de las posibilidades del arte en un entorno mediado por la multiplicación de discursos.

Al trasladar la experiencia artística al público, el colectivo problematiza la relación entre lo que nos constituye, nuestra trayectoria personal y social, y el comportamiento que mostramos ante los múltiples estímulos que a diario nos asedian. De este modo, Quintapata logra ubicar una práctica cotidiana, como es el mascar chicle, en el ámbito de la responsabilidad colectiva mientras convierte esa misma actividad en un rastreo de las huellas que, en tanto comunidad, vamos dejando en el camino.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas