El Estado y los niños indigentes

El 19 de agosto del año 2000, tres días después de Hipólito Mejía comenzar a gobernar este país (período 2000-2004), participé en una conferencia de prensa que el nuevo mandatario encabezó para hablar con periodistas locales y corresponsales&#823

El 19 de agosto del año 2000, tres días después de Hipólito Mejía comenzar a gobernar este país (período 2000-2004), participé en una conferencia de prensa que el nuevo mandatario encabezó para hablar con periodistas locales y corresponsales extranjeros.
Yo, que en la ocasión trabajaba como corresponsal de la agencia de Estados Unidos United Press International (UPI), formulé una pregunta a Mejía que, creo, el entonces novato presidente dominicano no estaba esperando.

Mi pregunta giró en torno a la terrible situación por la que atravesaban -realidad que sigue latente en República Dominicana- miles de niños harapientos, indigentes, huérfanos y en sentido general desamparados que deambulan por todo el territorio nacional, especialmente en la capital.

Hipólito me dio una respuesta “floja”, insustanciosa, que no me satisfizo: “Acabo de visitar al doctor Cruz Jiminián con quien precisamente conversé sobre la niñez desvalida. Vamos a luchar para resolver ese grave problema”, dijo.

Pasaron los cuatro años del Gobierno de Mejía y la penosa calamidad de los infelices niños ha seguido igual. ¡O peor!

La UNICEF (Fondo de la Organización de las Naciones Unidas -ONU- para la Infancia, se desvive por encontrar las soluciones urgentes a los graves problemas que abaten a la niñez andrajosa que “ronda” por nuestros países pobres.

La UNICEF es la fuerza impulsora que contribuye a la creación de un mundo donde se respeten los derechos de todos y cada uno de los niños.

Uno de los problemas de más sensibilidad y de efectos sociales en la zona urbana, es la presencia de menores en las calles vendiendo artículos o simplemente pidiendo limosnas. Esa realidad es la que se vive en las calles y avenidas de nuestro subdesarrollado país.
Una realidad que está a la vista de todos. Pero ningún gobierno se ha preocupado por la esa niñez desamparada.

¿Puede ser Danilo Medina la excepción respecto a lo que debe hacer el Estado en favor de esos niños desvalidos? ¿De una niñez alejada del más elemental sistema educativo nacional?

Significar, además, que dentro del Estado hay funcionarios que tienen capacidad de por lo menos poner una cuota de sus sólidos recursos para ayudar a esa niñez andrajosa, huérfana e indigente. ¡Pero no lo hacen!

Para esos funcionarios ambiciosos, ricos, poderosos e indolentes, esta frase del afamado escritor y dramaturgo británico Oscar Wilde: “La ambición es el último refugio del fracaso”.

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