LA HABANA (AP) — Cuando comenzó, los adolescentes en todo el mundo bailaban “el twist” y Estados Unidos no había colocado un hombre en la órbita terrestre.
El mundo ha cambiado mucho desde esos días de principios de 1962, pero una cosa se ha mantenido constante: el embargo económico de Estados Unidos sobre el gobierno comunista de Cuba, una prohibición casi total de comercio que cumplió el martes 50 años.
Los partidarios dicen que es una medida justificada contra un gobierno represivo que nunca ha dejado de ser una espina para Washington. Los detractores la describen como una política fallida que ha lastimado a los cubanos comunes en lugar de al gobierno.
Todos admiten que no ha cumplido su principal objetivo: derrocar a Fidel y Raúl Castro.
“Ha pasado todo este tiempo y, no obstante, lo mantenemos vigente”, dijo Wayne Smith, quien era un joven diplomático estadounidense en La Habana en 1961 cuando las relaciones fueron segadas y quien regresó como el principal diplomático de Estados Unidos luego de que fueron restablecidas parcialmente bajo el presidente Jimmy Carter.
“Hablamos con los rusos, hablamos con los chinos, incluso tenemos relaciones normales con Vietnam. Comerciamos con todos ellos”, señaló Smith. “¿Entonces por qué no con Cuba?”, preguntó.
En la Casa Blanca, el primer indicio de que se venía un embargo llegó cuando el presidente John F. Kennedy dijo a su secretario de prensa que le comprara tantos puros cubanos H. Upmann como pudiera encontrar. El asistente volvió con 1.200 puros.
Kennedy anunció el embargo el 3 de febrero de 1962, citando “la subversiva ofensiva del comunismo sino-soviético con la cual el gobierno de Cuba está públicamente alineado”.
Entró en efecto cuatro días después en el momento más álgido de la Guerra Fría, a un año de la fallida invasión de Bahía de Cochinos, apoyada por la CIA, y ocho meses antes de que la Unión Soviética intentase colocar misiles nucleares en la isla, lo que puso a las dos superpotencias al borde de la guerra.
Washington ya tenía establecidas algunas sanciones limitadas, pero la decisión de Kennedy fue el inicio de una prohibición de gran amplitud al comercio de Estados Unidos con la isla que ha permanecido más o menos intacta desde entonces.
No se ha hecho mucho para conmemorar el aniversario del martes, pero miembros cubanos o de ascendencia cubana del Congreso emitieron un comunicado conjunto prometiendo mantener la presión sobre Cuba.
Partidarios de la política admiten que muchas de las preocupaciones estratégicas de Estados Unidos de la década de 1960 han ido a parar al basurero de la historia, como detener la expansión de la influencia soviética y evitar que Fidel Castro exportara la revolución a toda Latinoamérica. Pero dicen que permanecen otras justificaciones, como la confiscación de propiedades estadounidenses en Cuba y la necesidad de presionar por más libertades políticas y personales en la isla.
“Tenemos un compromiso hemisférico con la libertad y la democracia y el respeto de los derechos humanos”, dijo José Cárdenas, un ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional bajo el presidente George W. Bush. “Sigo pensando que esas son aspiraciones loables”, señaló
Con apenas 145 kilómetros (90 millas) de mar entre Florida y Cuba, Estados Unidos sería un socio comercial natural número uno para la isla y fuente de turismo. Pero el embargo imposibilita la mayor parte de comercio y la amenaza de multas rigurosas impide que la mayoría de los estadounidenses tomen el sol en apacibles centros vacacionales como Cayo Coco.
Cuba es libre de comerciar con otras naciones, pero Estados Unidos amenaza con sanciones a las compañías extranjeras que no acaten sus restricciones. Un ejemplo extremo llegó a la costa de La Habana el mes pasado: Una inmensa plataforma de perforación petrolera construida con menos de 10% de partes estadounidenses tuvo que ser traída desde Singapur a un enorme costo, cuando había plataformas comparables inactivas en aguas de Estados Unidos justo del otro lado del Golfo de México.
El embargo es un punto constante de conversación para las autoridades de la isla, que le atribuyen la escasez de todo, desde equipo médico al cemento necesario para terminar una autopista de ocho carriles a lo largo de la isla. Cuba frecuentemente despotrica contra el “bloqueo” en la Organización de las Naciones Unidas y exige que Estados Unidos termine su política “genocida”.
Todos los años, como un reloj, la vasta mayoría de las naciones está de acuerdo y apoya abrumadoramente una resolución condenando el embargo. En noviembre pasado, 186 países apoyaron la medida. Israel fue la única que se plegó a Estados Unidos y votó en contra.
También cada año, Cuba actualiza su estimado de cuánto le ha costado el embargo, utilizando un cálculo complicado —y algunos dicen defectuoso— que toma en cuenta años de intereses, el final del patrón oro y otros factores. El cálculo del año pasado sumando 49 años de sanciones fue 975.000 millones de dólares.
Incluso algunos críticos del embargo califican los reclamos de La Habana como exagerados, diciendo que aunque las sanciones tuvieron un impacto tremendo cuando recién se establecieron, Cuba fue capaz de adaptarse y beneficiarse de relaciones con aliados afines en la ex Unión Soviética y Venezuela.
“No hay duda de que el embargo es perjudicial a la economía cubana. Complica transacciones financieras internacionales, pero, lo más importante, limita a las familias cubanas el acceso a medicina”, dijo Geoff Thale, un analista especializado en Cuba de la Oficina de Washington sobre Latinoamérica, la cual apoya el fin de esa política. “Al mismo tiempo, los problemas económicos de Cuba van más allá del embargo”, señaló.
Mientras que 50 años de experimento socialista han traído avances en áreas como educación y atención médica, incluso autoridades de la isla admiten que debe cambiar su sistema económico, que no da abasto para satisfacer las necesidades de la población. El presidente Raúl Castro está en el proceso de permitir más actividad del sector privado, de descentralizar los negocios operados por el Estado, implementar una reforma agrícola y reducir la nómina gubernamental.
Estados Unidos en realidad tiene un comercio significativo con Cuba bajo una cláusula que permite la venta de productos alimenticios y algunos farmacéuticos a la isla. Ningún producto cubano, no obstante, puede ser vendido en Estados Unidos.
Según la información disponible más reciente de la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba, Estados Unidos fue el séptimo socio comercial más grande de la isla en el 2010, con una venta de 410 millones de dólares, mayormente de productos alimenticios. Sin embargo, esa cifra fue menor a los casi 1.000 millones en el 2008, al recurrir Cuba cada vez más a otras naciones que no le obligan a pagar al contado.
A muchos en la comunidad empresarial de Estados Unidos les encantaría que se les permitiera ingresar al mercado cubano, pero parece muy lejana una terminación del embargo.
No parece haber perspectivas reales de que eso suceda en Estados Unidos, donde cada cuatro años los candidatos presidenciales se turnan para cortejar el voto cubano en la Florida, un estado donde no hay un partido hegemónico y cada voto cuenta.
El presidente Barack Obama ha dicho que las aperturas económicas de Castro son insuficientes y es improbable que haga algo en un año electoral para arriesgarse a perder el apoyo de Florida, estado que ganó en el 2008. Aunque quisiera levantar el embargo, la Ley Helms-Burton de 1996 estipula que tendría que ser aprobado por el Congreso.
Raúl Castro, por su parte, dice que los cambios recientes en Estados Unidos como permitir que los cubano-estadounidenses visiten a familiares en la isla más frecuentemente y que les envíen más dinero son meramente cosméticos.
Los partidarios de las sanciones afirman que es tan importante como siempre mantener lo que llaman la autoridad moral, diciendo que los isleños estarán agradecidos cuando sea que llegue el cambio.
Detractores citan la votación anual en la ONU para argumentar que los tiempos han cambiado y que el embargo es una reliquia de la Guerra Fría que debe descartada.
“Ya no es un asunto de Estados Unidos encabezando un movimiento para aislar a Cuba en el hemisferio”, dijo Smith, un inquebrantable opositor al embargo. “Por el contrario, si alguien está aislado, cuando menos en este asunto, somos nosotros”, subrayó.