Entre huevos, pollos, H1N1 y marrullas (y 2)

Nadie pone en duda que el gobierno de Haití actuó con relación a la veda de productos dominicanos a su territorio, con absoluto derecho, aunque haya esgrimido razones sin valor, con argumentos que afectan en lo económico, pero aún más en la…

Nadie pone en duda que el gobierno de Haití actuó con relación a la veda de productos dominicanos a su territorio, con absoluto derecho, aunque haya esgrimido razones sin valor, con argumentos que afectan en lo económico, pero aún más en la dignidad con profundo trasfondo comercial. Tienen derecho pero no razón. Que entiendan lo que es jugar con la inteligencia colectiva de una nación que ha superado prejuicios medulares, para ser solidarios en tiempos de desastres naturales y sufrimientos sociales, para compartir y ayudar cuando ha sido preciso. Duelen las imágenes que dan cuenta de una autoridad artesanal, lanzando huevos y pollos a las aguas del Masacre, en primitiva aplicación del “no” a productos criollos, como medida práctica que acentúa la pobreza de los más necesitados de aquel lado.

Con indignación leemos las críticas de sacerdotes activistas de la frontera que indican: “Indudablemente, la medida haitiana está dada en un contexto reactivo frente a políticas hostiles en los terrenos migratorios y de nacionalidad”. ¿Y si con políticas migratorias “hostiles” tenemos el país repleto de haitianos?

Obreros que realizan una amplia gama de trabajos y que sin legalidad alguna comparten el territorio de este lado, en muchos casos desplazando mano de obra criolla y urgentemente necesitada de recursos. En Santo Domingo quedan muy pocos fruteros de nuestra nacionalidad y todas las “paleteras” son extranjeras del oeste; hay gran cantidad de estudiantes extranjeros a diferentes niveles; en el servicio doméstico abundan y desplazan rápidamente a los vendedores ambulantes, sin mencionar agricultura y construcción. Casi todos los edificios de la clase alta de RD, tienen haitianos como mayordomos, conserjes y “seguridad”, por supuesta “economía”, sin valorar sus propietarios, que las implicaciones van más allá que el sentimiento humanitario, consecuencia de que cada dominicano, “tiene un haitiano preferido”. Nos jugamos el país y la nacionalidad, dando muestras de blandenguería. La diplomacia nacional requiere de respaldo con acciones gubernamentales paralelas que ayuden a obtener lo mejor para el país y el Estado precisa de una Cancillería a tono con los mejores intereses criollos. Esto, aunque los Estados Unidos en busca de solución de problemas migratorios propios, y los franceses, responsables históricos de la más cruenta esclavitud de América, procuran hacernos cargo de las debilidades haitianas.

“Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán víctimas de sus maquinaciones”, frase del libertador Juan Pablo Duarte que readquiere vigencia, a raíz de este impase salpicado de huevos, pollos, H1NI y marrullas.

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