El Almirante, en Santo Domingo Oriental, es una de las zonas más inseguras del Gran Santo Domingo. En ese ranking penoso compite con otras ciudades desde donde llegan noticias muy tristes que acrecientan el miedo y evidencian la falta de protección de la ciudadanía.
En ese sector la gente despertó con un nuevo escenario de sangre, una masacre incomprensible que arrasó con una familia completa. Padres e hijo, por cuenta de unos desalmados que procedieron con una frialdad y crueldad pasmosa, como si no dispararan contra personas, personas por demás indefensas. En otro cuadro de violencia, la semana pasada vimos cómo un joven oficial de la Policía fue abatido en pleno centro del Distrito Nacional.
La Policía ha capturado a un grupo de individuos que señala como ejecutantes del triple crimen de El Almirante. Y otra vez una “eficiente actuación” que sorprende por la rapidez con que se “resuelve” un hecho bárbaro, pero no muestra iguales niveles de efectividad para prevenir. Si resulta tan fácil apresar a los autores de esta clase de hechos, cómo es que no se tienen mecanismos de seguimiento a potenciales asesinos que en algún momento se iniciaron en el crimen y que deben ser mantenidos a raya.
Y entonces viene la siempre esperada respuesta de que la Policía no tiene los medios para colocar un agente en cada esquina. Pero sí deben existir los instrumentos, los medios para fortalecer las medidas que ayuden a la población a no sentirse tan insegura.
Es inocultable que el temor es común a todos, no sólo en las calles, en cualquier zona, sea en el corazón de las ciudades, o en cualquier barriada. Los sucesivos hechos violentos estimulan ese sentimiento.
Siempre sabremos explicar que muchas causas empujan a estas situaciones, pero el ineludible deber de evitarlas corresponde a las autoridades. Mientras tanto, el mayor esfuerzo tiene que concentrarse en tratar de prevenir estos hechos que taladran y mortifican a todos.
