Estela infernal

Los atentados que han conmocionado a Noruega, un país de larga tradición pacifista y que disfruta uno de los más altos estándares de bienestar social en Europa, han demostrado nuevamente que el terrorismo y la violencia irracional no discriminan cuand

Los atentados que han conmocionado a Noruega, un país de larga tradición pacifista y que disfruta uno de los más altos estándares de bienestar social en Europa, han demostrado nuevamente que el terrorismo y la violencia irracional no discriminan cuando esparcen su tétrico mensaje de muerte y destrucción.

Los noruegos y las personas sensibles en todo el mundo todavía no se recuperan del trastornador impacto ante el baño de sangre causado por Anders Breivik, un fundamentalista de 32 años que no muestra signo alguno de arrepentimiento por haber desatado una masacre con explosivos y ráfagas de balas en que hubo 76 víctimas.

Dominado por una mente demoníaca y radicales ideas de xenofobia por la creciente inmigración musulmana en Europa, este ultraderechista noruego colocó una bomba que mató a siete personas frente a las oficinas del gobierno en Oslo.

Siguiendo un plan siniestro que había planificado durante años y del cual dio señales anticipadas en algunos sitios de internet, Breivik se dirigió luego a una isla cercana para acabar con la vida de 68 jóvenes personas que participaban en un campamento de las juventudes socialdemócratas.

Al ser interrogado, dejó claramente establecido que su objetivo era llamar la atención sobre lo que entiende es una amenaza étnica y con una expresión monstruosa y despiadada había elaborado previamente a través del ciberespacio su justificación de la magnitud de la matanza que se proponía perpetrar: “Una vez que has empezado a golpear, es mejor pasarse que quedarse corto, si no se corre el riesgo de reducir el deseado impacto ideológico”.

El hecho de que este espeluznante mensaje no fuera advertido por las autoridades noruegas, a pesar de que estaba acompañado de una fotografía en que Breivik aparece apuntando con un arma sofisticada, ha puesto  de manifiesto la vulnerabilidad de los servicios de seguridad e inteligencia, aun en naciones desarrolladas.

En esta hora de dolor el pueblo noruego merece la solidaridad de un mundo perplejo y apesadumbrado por tanta barbarie.

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