El gran ejemplo de Benedicto XVI

El verdadero líder se conoce porque actúa con responsabilidad. No se aferra al poder, ni a dirigir. Sabe retirarse a tiempo, cuando entiende que la causa a la que le sirve merece nuevos bríos; cuando comprende que ya cumplió su misión y que el…

El verdadero líder se conoce porque actúa con responsabilidad. No se aferra al poder, ni a dirigir. Sabe retirarse a tiempo, cuando entiende que la causa a la que le sirve merece nuevos bríos; cuando comprende que ya cumplió su misión y que el caballo necesita otro jinete.

Por desgracia, algunos se consideran indispensables, y solo la muerte le pone fin a sus ambiciones.

El líder es consciente de que no basta su buena voluntad para cumplir su tarea, que hay momentos en que el cuerpo no aguanta, donde los años no perdonan, y que es necesario ceder el paso a quien pueda caminar con más energía.
Y en ocasiones, aunque se tengan fuerzas físicas, la prudencia aconseja dar paso a las nuevas generaciones y a ideas más frescas, porque todo en la sociedad debe fluir.

El verdadero líder no es egoísta. Cuando observa potenciales sucesores, les abre las puertas y los motiva a avanzar. Cuando el líder actúa así se engrandece, y su liderazgo traspasa el presente y se coloca en un eterno pedestal de admiración.

El líder cumple su misión con humildad, a sabiendas de que todo en la vida es temporal. Contempla la renovación de lo que hizo, con la satisfacción del deber cumplido. Y luego se retira en paz, y se mantiene como un noble símbolo de lo que encabezó.

Al inicio de esta semana, el mundo, en especial los católicos, quedó impactado por la noticia de la renuncia del papa Benedicto XVI como Sumo Pontífice. Dos párrafos resalto de lo expresado por Su Santidad al momento del anuncio:
“…en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.

“Siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante”.

Benedicto XVI ha dado un gran ejemplo a la humanidad. Fue un buen líder para nosotros los católicos, y más allá. La Iglesia saldrá fortalecida de este hermoso episodio, que quedará escrito en la historia con letras gigantes. Ojalá muchos políticos lo imiten.

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