“La verdadera educación no sólo consiste en enseñar a pensar, sino también en aprender a pensar sobre lo que se piensa y este momento reflexivo -el que con mayor nitidez marca nuestro salto evolutivo respecto a otras especies- exige constatar nuestra pertenencia a una comunidad de criaturas pensantes.” Fernando Savater.
E n respuesta a tales preocupaciones el Ministerio de Educación ha introducido recientemente, un mayor énfasis en el pensamiento creativo y crítico, buscando un aprendizaje que genere “habilidades para la vida” en lugar de sólo aprobar o sobresalir en los exámenes. Sin embargo, muchos niños continúan siendo presionados por sus padres y maestros para tener un buen rendimiento y entrar en la competencia de los rankings internacionales.
Ya no sirve sólo pasar de curso. Es necesario salir con las competencias que les permitirán insertarse en la sociedad lidiando con los problemas que se les plantean; tomando decisiones adecuadas para las cuales no ponemos en práctica una asignatura en particular de las tantas que nos presentan en el currículo.
Es así como la mejor habilidad que debemos dejar instalada en los alumnos es la del aprendizaje autónomo (aprender a aprender) y las relacionadas con el ser y la interacción con los demás (aprender a ser y aprender a convivir). No es posible ser etiquetado como “sobresaliente”, sin poseer las competencias personales que permitan la interacción adecuada con las personas que nos rodean.
La época de enseñar contenido ya ha pasado. Estos están disponibles, en gran cantidad, para todos los interesados; lo importante es poder seleccionar cuales me serán útil en un momento determinado para resolver un problema determinado. A eso nos referimos con el aprendizaje permanente, significativo y autónomo.
El concepto de Aprendizaje Significativo, tal como lo concibe Ausubel, requiere que el estudiante haga el vínculo entre las informaciones nuevas con las que ya posee, reajustando y reconstruyendo ambas en su proceso de pensamiento. Ojalá podamos ir en esa trayectoria. l
