Hasta el presidente lo dijo: “¿ha nacido el sucesor del camarada Pin”

No sólo yo me llené de contento. Todos los demás “compañeritos” del PCD del barrio mostraron su entusiasmo ese sábado de aquel tempestuoso año 1968, al saber que me habían designado para sustituir al Dr. Julián Peña, quien no podría…

No sólo yo me llené de contento. Todos los demás “compañeritos” del PCD del barrio mostraron su entusiasmo ese sábado de aquel tempestuoso año 1968, al saber que me habían designado para sustituir al Dr. Julián Peña, quien no podría ir a dictar la charla sobre el Día del trabajo en “La Manicera”.

En ese momento iniciábamos nuestro recorrido para visitar, repartiendo volantes, todas las fábricas de la zona, comenzando con INDUCA, en la 23 con San Martín, y siguiendo por la Máximo Gómez y alrededores, hasta terminar en La Cementera.

Aquel año fue rico en grandes acontecimientos mundiales: intervención rusa en Checoslovaquia (https://www.youtube.com/watch?v=QebvC8H5s6k), Revolución de Mayo, en Francia: (https://www.youtube.com/watch?v=q_FLFOEdlq4), la Matanza de Tlatelolco, en México (http://www.krazyinfo.com/la-matanza-de-tlatelolco/) y muchos otros.

Eran los tiempos en que la revolución estaba a la vuelta de la esquina y soñábamos con que teníamos la fuerza para cambiar al mundo. ¡Y estábamos cambiándolo!

Sólo me preocupaba una cosa: ¿Cómo respondería el gran enemigo del PCD ante este desafío? Ellos que, inicialmente se llamaron PCRD, Partido Comunista de la República Dominicana y que el Chino Ferreras quiso ridiculizar llamándoles PACOREDO, por lo que ellos decidieron reivindicar ese nombre.

De modo, que comencé a preparar la disertación, a sabiendas de que podría haber problemas.

Y era que el PACOREDO había dado muestras de una vehemencia incontrolada. Una pasión inquietante. Y una férrea disciplina.

Yo lo sentí cuando enfrentaba al Jabao, a la salida sabatina de los trabajadores de FASACO. De escasa formación académica, pero con una fuerza descomunal en el debate, el Jabao rebatió, uno por uno, mis argumentos, exhibiendo el estilo peculiar de su partido, al chocar repetidamente los dedos de una mano contra la palma de la otra, mientras citaba a Mao Tse-tung y su librito rojo.
También, a Chou Enlai, Lin Piao y a la esposa de Mao,Chiang Ching.

Y alguien vino a avisarme:

-El Truco está preparando algo feo para la charla.

Tomé la información en serio. Aunque simulé no alarmarme. Mostré serenidad. Confianza. Y firmeza… Pero dentro de mí, en lo más profundo del estómago, se movía el pajarito de la intranquilidad. De la inquietud. Del nerviosismo… ¡Y del temor!

El Truco era uno de los pacoredos más aguerridos. Implacable. Temible. Despiadado.

Es cierto que el MPD ha sido el partido de izquierda de más gloria, efectividad y orgullo en toda la historia política del país. De él han salido casi todos los demás. Sin embargo, el PACOREDO ha sido el más constante, coherente y tenaz. Basta decir que, al cumplirse ahora 50 años de su fundación, aún existe. Y todavía permanece relativamente activo e, incluso, su líder y presidente sigue siendo el mismo que lo ideó aquel octubre de 1966: Pin Montás.

Entonces, debíamos tener derecho a la sospecha. A la desconfianza. A la preocupación.

Pues fue el PACOREDO el que impidió que Pablo Neruda viniera al país, a la UASD, a recibir un honoris causa. Ellos, “cuatro gatos”, se habían impuesto al FUSD, a FRAGUA, FEFLAS, CUJAM, FELABEL. Y a todos los demás.

Y cuando la “Unidad de Acero”, la alianza entre los grupos Fragua y Flavio Suero, fue el Pacoredo el que, con su consigna de “La victoria/es del FUSD”, y otros recursos intimidantes, amedrentó a la comisión electoral e hizo cambiar, por cuatro votos, el resultado de las elecciones estudiantiles, manteniendo de nuevo a Hatuey De Camps como secretario general de la FED.

Así, es de entenderse que yo no me sentiría seguro en el local del Sindicato de Trabajadores de “La Manicera” cuando llegara el día de la verdad.

Había que verlos. Por ejemplo, en el Alma Mater de la UASD: era un grupito muy reducido, pero dominaban las discusiones. Se hacían sentir sobre todos los demás, proclamando consignas como esta:

-¡ISA CONDE Y PACHÓN/ASESINOS DE FADUL!

Criticaban con ardor a “los malos” del Partido Comunista Chino (PCCH): Liu Chao-chi, Deng Xiaoping, Cheng Po Ta y, en especial, al alcalde de Pekín, Peng Chen.

Y en eso de las consignas participaban todos: desde el mismo Pin Montás hasta Jorge Mora, desde Leopoldo Grullón hasta Miguel Duval (el Jabao). Todos, subyugados por el culto a la personalidad de su jefe, pues no dejaban de repetir:

-¡¿QUIÉN DA LA FUERZA?/MAO Y PIN!
Y, otros: Salvador Uribe, Generoso Ledesma, Luis Taylor, Maky De Peña, Melvin Mathews, Carlos Tejada (El Chino, chofer de Pin), Simón Segura (Matecoco), Radhamés Lizardo e, incluso, un tal Danilo (cuyo apellido no he podido acordarme) y que, en San Juan de la Maguana, acababa de unirse a la JC, interpretando la consigna del momento, cuando su jefe fue declarado padre:
-¡HA NACIDO EL SUCESOR/DEL CAMARADA PIN!

¡Oh, Pacoredo! ¿Qué cosas estarían planeando para la charla?

¿Qué consignas lanzarían contra mí? ¿Me vocearían, como al Dr. Julián Peña, “parásito revisionista?”. ¿Qué ocurriría cuando saliéramos a la calle?

Todas estas interrogantes, y muchas otras, pasaban por mi cabeza aquel 30 de abril del convulsionado año 1968, pensando en los enfrentamientos entre el MPD y el Pacoredo, en el cual la gente del Moreno habían llevado la peor parte, pues decidieron no responderle a los pacoredos, que se sirvieron con la cuchara grande, pues el MPD decía que no podía distraerse de su objetivo básico: un golpe de Estado revolucionario, para lo cual formaban por doquier “Comandos Clandestinos Revolucionarios” (CRC) y se reunían con la gente de Wessin y Wessin.

Y en la noche tuve una pesadilla: me vi como Ulises, atado a un mástil, frente a la caseta de la Juventud Comunista (JC), en Ingeniería, desde donde Pilar, con su vocecita aguda, punzante y ácida, me crucificaba desde el altoparlante:
-¡JIMMY SIERRA: RENEGADO, JIMMY SIERRA: REVISIONISTA, JIMMY SIERRA: MENTECATO!

De manera que, al otro día, primero de mayo, hube de enfrentar la intimidación.
Y, ya al cruzar por la fábrica de clavos de la Ferretería Americana hubo un mal augurio: vimos, tendido sobre la acera, entre la vida y la muerte, un perro realengo, con sus ojos brotados como buscando el Sol, sobre el cual habían arrojado el último número del periódico “Despertar”, órgano del Pacoredo y que tenía, en su género, el récord de circulación en el país, pues llegaba al rincón más apartado.

Al llegar al local del sindicato vi que el salón estaba repleto de trabajadores. Ocupé la silla del centro, en la mesa principal y, cuando me iban a presentar hubo un extraño forcejeo en la puerta: varios pacoredos, encabezados por “el Truco”, insistían en entrar con las banderas de su partido. Finalmente, la envolvieron en sus astas (garrotes enormes de guayaba) y, sorpresivamente, se sentaron en varias sillas de la primera fila, que estaban reservadas.

– ¡Qué reservadas del carajo! –voceó “el Truco” – ¡Nada puede estar reservado para la clase obrera!
Y uno de los directivos me miró,
vacilante.
– ¡Sáquenlos a todos de aquí –dije
firmemente.

Y así fue. No podían resistirse, pues eran los propios obreros, que ellos decían
representar.

Sin embargo, al salir, el Truco me lanzó una mirada adusta. Hosca. Y displicente. Tenía atrapado en sus ojos, con fuerza, un borbotón de sangre. Era un negro presagio de lo que ocurriría después (y cuyo desenlace deberé contarles el próximo sábado). Porque, aquella mañana tuve la sensación de que mi intolerancia tendría sus consecuencias. La venganza se veía venir.

Lo único que me satisfizo de ese día fue que, al llegar a mi casa, oí que José Bejarán anunciaba, en “Música de Siempre”, de Radio Mil, el éxito que lograba Massiel en Eurovisión ese año, y cuyo enlace copio aquí: https://www.youtube.com/watch?v=J4g5QYJOFzQ
Porque, en el aire quedó un presentimiento. Una advertencia. Una premonición.
Yo puedo decirlo.

Yo estaba allí. 

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