El texto de esta Homilía será entregado en tres partes, pero, como trato de hacerlo siempre, cada parte se mantiene por sí misma, aunque es evidente, se complementan mutuamente. Fue pronunciada en la Misa, presidida por el señor Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez y concelebrada con miembros de la Conferencia del Episcopado Dominicano y con los sacerdotes que acompañan el quehacer universitario tanto de Santiago como de Santo Domingo, con motivo de las Bodas de Oro de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, el domingo 9 de septiembre de 2012. Notará que esta exposición, en su estilo, conserva más el del lenguaje verbal que el del escrito, ya que es una transcripción de la grabación que se hizo de la misma.

1. TRES COORDENADAS

“Monseñor Agripino nos ha traído una magnífica introducción histórica. Yo quiero invitarlos a todos ustedes ahora a que hagamos el siguiente ejercicio: un ejercicio en el que tendremos tres coordenadas. En primer lugar, mirar qué es la misión de una universidad católica; en segundo lugar, mirar los textos bíblicos que hoy se nos presentan, a los cuales yo debo atarme para poder hacer lo que la Iglesia quiere en una homilía: la fidelidad a los textos que se han leído; y, finalmente, con esos dos criterios claves tender una mirada a esta Universidad Católica Madre y Maestra.

2. MISIÓN DE UNA UNIVERSIDAD CATÓLICA

Ante todo quiero recordar esta primera coordenada: toda universidad católica es una obra de Dios. La iglesia la hace en nombre de Dios y es, por lo tanto, también una obra de iglesia. La Universidad tiene como misión la promoción humana mediante la educación. La iglesia considera la educación su principal acción social humanitaria, su primera labor de promoción del ser humano; y entre todas las instancias que tiene la universidad, igualmente, ella tiene la misión de la evangelización de la cultura. No solamente la evangelización de las personas, sino también de todo aquello que envuelve a la persona.

La Universidad también tiene la misión de la formación integral de los seres humanos, a saber, una formación académica, lo cual es propio de una universidad, basada en la verdad y en la ciencia, como es el lema de esta universidad; formación académica en la investigación, como también en la formación intelectual de los que están en ella. Y en esta formación integral entra también la formación espiritual, la formación ético-moral y la formación profesional.

Se puede decir, con toda verdad, que una universidad quiere ser un signo de la iglesia en medio del mundo de la cultura como Madre y Maestra. El título de llamarse Madre y Maestra, que escogió esta universidad, hace 50 años, responde a lo que es la esencia de la universidad, y queriéndome adelantar en la reflexión, que voy a hacer, puedo decir que esta universidad ha sido lo que la iglesia quiere: una madre y una maestra en el campo de la promoción humana, en el campo de la cultura, en el campo del diálogo.

Precisada esa coordenada, podemos preguntarnos (ya monseñor Agripino ha dicho algunas palabras al respecto; también el señor Cardenal, el 6 de Junio en la Catedral de Santo Domingo, se refirió a este tema): cómo ha vivido esta universidad durante estos 50 años esta misión que la iglesia le ha confiado.

Vamos a unir la respuesta a la segunda coordenada, a saber, los textos bíblicos leídos hoy, trataremos, pues, de ver cómo estos textos bíblicos son realizados y son vividos por la Universidad Católica Madre y Maestra.

3. SEAN FUERTES, NO TEMAN

Normalmente, en una universidad no aparece tanto de manera explícita la Biblia, pero tiene una relación intrínseca, profunda, con las Sagradas Escrituras, porque ésta es una obra de iglesia, es una obra de Dios, y como todas las obras de Dios, repito, está fundamentada en su Palabra y es una obra al servicio del ser humano.

Por eso, echando una mirada a los textos bíblicos y a la misión de la Universidad Católica, quiero recordar frases de esos textos bíblicos que hemos leído hoy, para relacionarlos con estos dos puntos: la misión de la Universidad Católica en general y la PUCMM en concreto.

Así, en la primera lectura, tomada del Profeta Isaías en el capítulo 35, en su primer versículo decíamos: “Digan a los cobardes de corazón, sean fuertes, no teman”. Ese texto, con el que habla el profeta Isaías hace 2800 años a un pueblo que estaba cautivo en Babilonia, con dificultades políticas y económicas muy grandes. Habían perdido su libertad. Israel pasaba por unos tiempos difíciles. En medio de esos tiempos, ese pueblo temblaba de miedo. Isaías les dice, pues, en su esclavitud y cautividad: “No teman, no sean cobardes, sean fuertes y manténganse fieles”.

Cuando esta universidad es fundada, en el año 1962, ya lo decía Monseñor Agripino en su introducción, nosotros acabábamos de salir de una dictadura, de un régimen opresivo, el de Trujillo. Nosotros todavía teníamos el dolor del peso de la opresión. Sin embargo, Monseñor Polanco Brito tiene la genial idea de hacer una Universidad. Tiempos difíciles para la República Dominicana y él no tuvo miedo. Por eso, con toda razón podemos decir que esa palabra que Isaías decía hace 2800 años se puso en práctica hace 50 años, cuando Monseñor Polanco Brito tuvo la valentía de proponer a la Conferencia Episcopal Dominicana el hacer una universidad, una universidad católica con todo lo que eso significaba, sin recursos, sin medio alguno, fundado solamente en lo que nosotros tenemos, nuestra gran riqueza, la fe.

Y la Conferencia Episcopal Dominicana, cinco Obispos, también tuvo esa valentía; no les tembló el pulso para decirle a Monseñor Polanco: “Sí, y no solamente te damos el apoyo, hacemos nuestra la idea”. De tal manera que ya no era la idea de Polanco Brito, sino de los Obispos dominicanos. Por eso somos los Fundadores de esta universidad. Evidentemente, como pasa tantas veces en la iglesia, al que propone, a ése se le da la tarea. “Tú lo propones; pero la idea es nuestra, de todos. Ahora tú tomas la obra entre tus manos. Adelante, cuenta con nosotros”. De tal manera fue así que hay que decir también que, en los inicios de esta universidad, esos Obispos fueron fuertes y valientes.

Pero igualmente podemos decir que esa valentía, ese no tener miedo, se ve a través del tiempo. ¿Cuántas veces esta Madre y Maestra ha tenido que recurrir a la búsqueda de recursos?. Cuando oigo hablar de los comienzos de esta Obra, que fueron muy precarios, veo que sus Fundadores no tuvieron miedo.

Cuando se ve ahora estos terrenos enormes, este campus precioso, el que viene aquí se queda impresionado. Puede decir, admirado: “¡Mira, como está esta universidad!”. Se puede pensar que así fue desde los inicios.

Porque no tuvieron miedo esos iniciadores, esos primeros hombres, por eso estamos aquí. Por eso nosotros celebramos hoy los 50 años de un grupo de hombres que no tuvo miedo. Y un servidor, como Presidente de la Junta de Directores, en los años que me ha tocado estar en Santiago, he sido testigo tantas veces de ver a Monseñor Agripino Núñez Collado y a esos hombres y mujeres de la Junta de Directores, a su cuerpo de Vice-Rectores, de su Consejo Académico, lanzarse a proyectos que parecían imposibles. La gente podría decir ¿por qué lo hacen?, sin embargo, se lanzan sin miedo.

Yo me atrevo a decir que esa frase de Isaías dicha al pueblo de Israel en tiempos difíciles, fue vivida aquí hace 50 años, pero también hoy, después de esas cinco décadas, lo seguimos viviendo: “Díganle a los cobardes de corazón, sean fuertes, no tengan miedo”.

Ustedes saben que esta es una fiesta. A mí me parece que hay que hacer fiesta en cada acontecimiento importante. Y la fiesta se expresa a veces con aplausos. Les voy a pedir, pues, un gran aplauso para esos hombres de hace 50 años, que no tuvieron miedo y se lanzaron a fundar esta universidad. Que ellos reciban desde la eternidad nuestra fiesta y gocen nuestro sentido de fiesta y de celebración.

CERTIFICO que he transcrito fielmente en esta primera entrega uno de los temas tratado por mí en mi Homilía, con motivo de las Bodas de Oro de la PUCMM, y que ese tema está completo aquí, no habiendo dicho nada más ni nada menos sobre él.

DOY FE en Santiago de los Caballeros, a los veinte (20) días del mes de septiembre del año del Señor dos mil doce (2012).l

Se puede decir, con toda verdad, que una universidad quiere ser un signo de la iglesia en medio del mundo y la cultura”

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