III Congreso Internacional de Estudios Caribeños: indígenas, espiritismo y poesía en el Caribe 1

PARA EL HOMBRE QUE ESPERAPara el hombre que esperaes la luna;el sol para la canoaque remonta el río;y para los hombres todos de la selvaes el agua.Pero la mariposa rojaes para Merica.Merica es…

PARA EL HOMBRE QUE ESPERA
Para el hombre que espera
es la luna;
el sol para la canoa
que remonta el río;
y para los hombres todos de la selva
es el agua.
Pero la mariposa roja
es para Merica.
Merica es la niña que amo.
Merica, que recoge la yuca,
y tuesta las tortas de casabe.
Merica es luna, sol, agua, mariposa.
Poesía Piaroa

Este es el último artículo de la serie sobre el III Congreso de Estudios Caribeños. He decidido parar, no porque no hayan otras ponencias interesantes, sino porque corro el riesgo de aburrirlos. A mí me ha resultado muy apasionante. He aprendido muchísimo y he podido aquilatar lo que otros investigadores de otras universidades están haciendo. Y reconocer que si bien vamos por buen camino, nos queda mucho, mucho, mucho por leer y aprender.
El profesor Kevin Sedeño Guillén, de la Universidad de Kentucky, escribió una hermosa ponencia con un título tan largo como sugestivo: INDIOS ESPECTRALES: INDÍGENAS APARECIDOS EN LA POESÍA AMERICANA DEL SIGLO XVIII Y EL ESPIRITISMO DE CORDÓN CONTEMPORÁNEO EN EL CARIBE. Desde el inicio de su ponencia el investigador expone claramente su hipótesis de trabajo:
En este artículo exploro cómo los criollos americanos negocian en la segunda mitad del siglo XVIII el regreso en forma fantasmático/espectralde los millones de indígenas muertos en el continente como consecuencia de la conquista europea de América. Parto de la hipótesis de que la utilización del fantasma/espíritu/muerto/espectro de los indígenas americanos hizo parte del proceso de construcción de su propia identidad, que permitió a los criollos americanos consolidarse como herederos de los antiguos dueños de la tierra -los pueblos originarios- en su creciente reclamo de poder frente a españoles y europeos en general. Para trabajar en mi hipótesis leeré algunos textos publicados en el Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá en la última década del siglo XVIII, que incorporan imágenes de personajes y elementos culturales de los pueblos indígenas americanos. Analizaré qué funciones cumple la asimilación de esas imágenes en la literatura y la prensa periódica americana del periodo pre-independentista, prestando especial atención a la cuestión de cómo esas representaciones espectrales de indígenas muertos en las guerras de conquista y colonización contrasta con las condiciones de vida de los indígenas supervivientes en el siglo XVIII.

Aclara, antes de iniciar su reflexión, que para escribir el ensayo había asumido el concepto colombino de indios, pero también utiliza en el desarrollo del texto el término contemporáneo de “indígenas”, no sólo para ser consecuente con el lenguaje empleado en el período colonial, “sino también para acentuar la relación del término con la obsesión de los europeos del siglo XV con la posibilidad de conexión con Asia”.

Utiliza el concepto de espectralidad. Sostiene que el indígena americano, y por supuesto, caribeño, no ha sido ni es el que es, pues ha vivido una vida fantasma basada en el delirio europeo. Esta llamada espectralidad, o, para decirlo de otra manera, ese fantasma vital puede evidenciarse a través de las expresiones culturales, caracterizadas básicamente por las perspectivas mítico-poética y simbólica. Este imaginario ha generado conflictos internos y vitales, que han permanecido a través de las generaciones.

Para poder interpretar esa espectralidad, dice el profesor Sedeño Guillén, se necesita trazar un mapa conceptual que permita evaluar el alcance de los términos “fantasma”, “espíritu”, “muerto” y “espectro”. A partir de entonces comienza a hacer sus consideraciones en torno a esos cuatro conceptos, veamos:

1. El fantasma, dice, indica que algo en el espacio de su puesta en escena ha sido incomprendido, que un performance de la realidad percibido y aceptado, ha permanecido en realidad ausente. En este sentido, todo proceso de haunting implicaría una búsqueda de justicia.

2. El espíritu, sigue planteando, constituye uno de los ejes centrales de la historia de las creencias y es a su vez un concepto secularizado. Podría definirse como un ser inmaterial y dotado de razón.

3. El espectro, afirma, es algo así como una cosa difícil de nombrar: ni alma ni cuerpo, y una y otro. Pues son la carne y la fenomenalidad las que dan al espíritu su aparición espectral, aunque desaparecen inmediatamente en la aparición, en la venida misma del (re)aparecido o en el retorno del espectro.
A partir de entonces, el autor hace el análisis de algunos poemas de Manuel del Socorro Rodríguez de la Victoria (1758-1819). ¿Quién era este hombre tan singular que tantos años después es objeto de estudios? Era hijo de Manuel Baltasar Rodríguez y María Antonia de la Victoria. Nacido en Bayamo, Cuba. Tuvo la oportunidad de estudiar, porque su padre, queriendo sacarlo de la pobreza a través de la instrucción, le pidió al párroco de la iglesia de San Juan de Evangelista, que lo acogiera. Allí estuvo seis años.

Esta formación le permitió a Rodríguez de la Victoria ir a Nueva Granada, hoy Colombia, para encargarse de la Biblioteca Real. A partir de ahí decidió escribir. Se le considera el prócer del periodismo colombiano, pues por su talento y energía fundió varios periódicos. Escribió y mucho. Gran parte de sus textos están conservados en la Biblioteca Nacional de Colombia.

Sostiene el profesor de la Universidad de Kentucky que el origen étnico-racial de Rodríguez constituyó un tema recurrente y conflictivo de su existencia. ¿Quería negar su origen? En palabras del investigador:

No cabe duda que fue también causa de conflicto en su propia existencia… su bautismo fue registrado en el libro de blancos de la Parroquia del Santísimo Salvador de Bayamo, pero el mismo Rodríguez, en comunicación con el ministro Gálvez, reconoce que no sólo posee orígenes españoles, sino también indígenas. Hay dos aspectos que me resultan sumamente interesantes en esta nota genealógica donde Rodríguez asevera tener un origen mestizo de padre español y madre mestiza de español e indígena.

La dualidad existencial de Rodríguez de la Victoria, su condición de mestizo, su deseo de ser blanco puro, lo llevó, sin duda alguna a tener el eterno dilema de ser y querer ser. Como mestizo letrado, intentó ganarse un espacio en la sociedad colonia de la isla de Cuba, cuando se iniciaban las reformas. En palabras del autor:

El primero, en el orden biográfico e histórico, tiene que ver con las estrategias empleadas por un mestizo indígena letrado de la segunda mitad del siglo XVIII en Cuba para negociar su identidad étnico-racial en el contexto de las reformas ilustradas que tienen lugar durante el reinado de Carlos III. Segundo, la mención del pueblo de Jiguaní dispara por sí sóla el espinoso tema de la supervivencia indígena en el Caribe tras la drástica disminución de la población que ocasionaron las guerras de conquista iniciadas por los europeos en tierras americanas. Jiguaní fue uno de los denominados pueblos de indios constituidos en la primera mitad del siglo XVIII a lo largo de la isla, con cuyo sóla existencia no sólo derrumban el mito del exterminio indígena en Cuba y el resto del Caribe, sino que ofrecen importantes testimonios sobre las fuentes y mecanismos de tranmisión de la cultura y las espiritualidades indígenas hasta el presente. Queda establecido entonces que Rodríguez no es sólo un mestizo, sino que se reconoce así mismo como descendiente de los distinguidos fundadores del pueblo de indios de Jiguaní. Este importante hecho de su biografía deberá ser considerado a la hora de analizar sus estrategias de negociación con el legado indígena en la Nueva Granada.

Se nos agotó el espacio. Seguiremos en la próxima. Nos vemos.

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