Nadie que habita en este planeta ha podido detener el proceso natural del envejecimiento. Aunque está comprobado que podemos tomar medidas para que el proceso sea saludable y llevadero.A partir de los 50 años se inician en el cuerpo de todos los humanos los primeros cambios funcionales y estructurales. Esto, tarde o temprano, impactará nuestra fisonomía y también nuestros tejidos, quedando en evidencia en la piel y en nuestro rostro.
Paralelamente, se producen cambios en la distribución de la grasa corporal y se pone también en evidencia una atrofia de nuestras estructuras musculares.
Estos cambios, que van marcando el paso de los años, nos anuncian que debemos hacer adaptaciones importantes en nuestro estilo de vida, principalmente en nuestra alimentación.
En el proceso de la digestión se experimenta un deterioro en la capacidad de absorción de los alimentos, afectando la disponibilidad de proteínas, vitaminas y minerales.
En cuanto al calcio, su trastorno en la absorción en el lumen intestinal y la carencia de vitamina D para su metabolismo desencadena la desmineralización de nuestros huesos haciéndolos más frágiles, lo que explica las fracturas de cadera en los ancianos.
Definitivamente, el proceso de envejecimiento por ser un evento inevitable y que tiene un impacto sistémico y social en nuestras vidas demanda de que empecemos a educarnos e informarnos para que el mismo se convierta en fenómeno saludable.