Insulto y perdón

“Perdona siempre a tu enemigo; no hay nada que lo enfurezca más”.Juan Pablo IIDe alguna forma todos quedamos estupefactos cuando recientemente un comunicador que nos tiene acostumbrados a sus exabruptos irrumpió de nuevo…

“Perdona siempre a tu enemigo; no hay nada que lo enfurezca más”.

Juan Pablo II

De alguna forma todos quedamos estupefactos cuando recientemente un comunicador que nos tiene acostumbrados a sus exabruptos irrumpió de nuevo contra una gloria del arte del país y del mundo, como lo es Juan Luis Guerra.

Personalmente he confrontado a este señor. En una oportunidad debió pedir disculpas públicas tanto al periodista Víctor Bautista como a mí, por haber lanzado imputaciones sin base acerca de nuestro paso por la CDEEE. Guardo, para la historia, el audio y el recorte de periódico que registran las excusas por su yerro. Hay quienes le temen a su lengua terrorífica. Yo no.

Nunca he comprendido como el propietario de un medio de comunicación importante, quien además es padre y abuelo, permite tantos insultos y expresiones peyorativas y soeces contra la gente. Lo había conversado con él hace ya mucho tiempo, pero al parecer hizo caso omiso. Por eso tuvo que pagar los honorarios de mis abogados y exigir al comentarista retractarse frente a nosotros, nuestras familias y a la sociedad. Después de eso no ha habido comunicación alguna entre nosotros.

Los ataques han continuado no sólo contra mí, por supuesto, sin mencionar mi nombre, pero con alusiones tan personales como el hecho de burlarse de que a muy temprana edad sufrí de polio con las secuelas que el mismo me dejó. Lejos de esconder esto o sentir vergüenza, mi problema ha sido el motor para que muchos puedan tener el tratamiento en el país que yo, gracias a Dios, pude recibir en el exterior.

Sus ofensas las he perdonado siempre, porque para perdonar es necesario poseer un alma superior que no necesite de insultos ni para ganarse la vida y mucho menos para forzar el respeto.

Juan Pablo II decía: “Perdona siempre a tu enemigo; no hay nada que lo enfurezca más”.

En ese medio de comunicación hay personas con talento que difieren de los demás y lo hacen con respeto. Siempre he dicho que realizar un programa diario de muchas horas es algo muy difícil, porque se pretenden tocar todos los temas muchas veces sin el verdadero conocimiento y se comete el pecado de desinformar.

Sin embargo, me pregunto: ¿Por qué el propietario, un padre de familia, un abuelo, permite que en nuestra sociedad se pierdan cada vez más los valores? ¿Es que no habrá pensado que en la medida que se deteriora la sociedad más difícil es vivir en ella? ¿O ha pensado mantener su medio de comunicación y llevar a su familia fuera cuando nuestra sociedad sea invivible? ¿Por qué no aprovecha su medio de comunicación para sembrar valores, para erradicar odios, insultos, chantajes y orientar sanamente a la sociedad? ¿Es que piensa que el liderazgo en los medios de comunicación sólo se consigue con contenidos tóxicos, sensacionalistas, falaces, verbalmente violentos, teatreros y desconsiderados?

Créanme que lo que constantemente se dice de mí en ese medio de comunicación, directa o indirectamente, no me preocupa. Lamento la estela que dejan en la mente de nuestros niños y en los ciudadanos incautos. Me preocupa el disfraz de la verdad, la indiscreción y la afectación de la buena fama de todas sus víctimas, que a veces están en la misma casa que habita el citado medio de comunicación.

Otro de sus comentaristas, que se mueve entre la diatriba, la falsa profecía y el evangelio de Cristo, el cual mancilla a cada minuto, a cada hora, decía recientemente: “Como pastor nunca he dejado de orar por el corazón de Domingo Páez, que es un corazón que tiene serias dificultades”.

Un pastor no dice algo semejante de otro ser humano. Ese no es el verdadero sentido del amor, del perdón. Mucho menos cuando termina mencionando a San Pablo, a quien seguro como pastor debería emular y evitar que si ha sembrado odio no coseches odio, que tenga la oportunidad de verdaderamente sanar su corazón.

Pienso que a muchos llamó la atención los insultos inmerecidos a Juan Luis Guerra que, sean inducidos o no, siempre se le atribuyen al dueño del medio a partir de las diferencias que como socios tuvieron en su momento.

Alguien escribía en Facebook que no debe hacerse caso a lo que dicen en ciertos medios porque son pagados. No creo que todos sean así. Esa persona hasta utilizó palabras descompuestas para defender a Juan Luis. Eso es fruto de lo que a diario se escucha en algunos medios de mucha audiencia o de otros que apenas los escuchan los familiares de los comentaristas. Una sociedad civilizada no debería permitirse eso.

Por último, no querría ser de aquellas personas que pasan por nuestras vidas para sólo enseñarnos a no ser como ellos y estoy convencido de que si no lucho por lo que quiero nadie lo hará por mí y espero que no me suceda lo que a muchos, que olvidan las palabras, pero nunca olvidan lo que esas palabras te hicieron sentir.

Pienso que los que actúan así creen ser felices porque atesoran dinero fruto del miedo, pero realmente son seres de poca moralidad que no les importa mentir. Se presentan como grandes intelectuales, pero realmente esconden sus enormes debilidades con groserías para intentar asustar y que nadie ose enfrentarlos.

Pero siempre se está a tiempo de cambiar los insultos por mensajes positivos, la avaricia por amor al prójimo, la mentira por la verdad, la indiferencia por preocupación por los demás.

Juan Pablo II nos dejó muchos mensajes y hoy quiero copiarle uno de los que leo mucho: “Hasta que quienes ocupan puestos de responsabilidad no acepten cuestionarse con valentía su modo de administrar el poder y procurar el bienestar de sus pueblos, será difícil imaginar que se pueda progresar verdaderamente hacia la paz”.

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