La juez Rufino y las presiones judiciales

El problema de la justicia es complejo. Ni tiene un solo origen ni una sola vía de solución y tiene que remediarse junto a otros problemas nacionales. Además, el momento actual no ayuda a procurar salidas viables y, para colmo de males, muchos…

El problema de la justicia es complejo. Ni tiene un solo origen ni una sola vía de solución y tiene que remediarse junto a otros problemas nacionales. Además, el momento actual no ayuda a procurar salidas viables y, para colmo de males, muchos instrumentalizan el tema con fines políticos. Que la decisión jurisdiccional dependa de presiones internas o externas al judicial es tanto populismo extremo y peligro, como el germen de la destrucción de lo que aún queda en pie del sistema de justicia. Hoy si un juez decide distinto a como le solicita la fiscalía es sometido de forma disciplinaria, incluso la investigación nace del presidente de la SCJ, quien al no tener formación de juez actúa más como político o fiscal, función que, por demás, le queda mejor a su carácter.

Luego el juez es sometido a un maltrato mediático que hace irrecuperable la honra cuestionada, aun sin serios motivos para la controversia. También, si el juez pertenece a alguna asociación de jueces con cierta independencia, puede ser trasladado de jurisdicción, aunque no sepa “ni pío” del nuevo lugar donde deberá prestar servicios. Y este camino que transitamos es incorrecto. A los jueces debemos dejarlos trabajar, claro la supervisión permanente debe estar, pero no el miedo. Si los jueces tienen miedo de lo que hacen, nadie estará seguro y la velocidad hacia el caos populista y el estado policial se acelerará exponencialmente. Hoy la pugna ha llegado al despacho de la juez presidente del Cuarto Tribunal Colegiado del Distrito Nacional, Pilar Rufino.

Quien dispuso la medida de coerción de arresto domiciliario a un presunto narcotraficante, al tenor del artículo 226.6 del Código Procesal Penal. La juez se siente afectada de salud por el señalamiento público en contra de su decisión, padece de insomnio.

Afirmó también que: “Esto ha llegado a tal punto, que muchos amigos jueces no me han puesto un mensaje de texto para solidarizarse conmigo, por temor a que los involucren en la investigación que se ordenó en el caso”. (elCaribe, 15/02/2016). Y esto es gravísimo, ni solidaridad existe entre los jueces por temor: estamos casi cruzando el umbral del infierno y según Dante en “La divina comedia”, al hacerlo perderemos toda esperanza.

Personalmente no siempre coincido con las decisiones de la juez Rufino, creo que ha transitado de ser una juez liberal a una conservadora moderada, pero se ha mantenido receptiva y abierta, sin mayores temores. Ahora, en todo caso, si el fallo no es producto de la prevaricación o de las presiones, sino del convencimiento del juzgador en función del caso particular, sus decisiones deben ser recurridas al través de los medios que facilita la normativa. Que se investigue si se quiere, pero salir corriendo a la prensa a decir que “se ordena una investigación”, como para marcar distancia y complacer a los medios, afectando con esto honras ganadas con años de dedicación al trabajo, no es la vía correcta, no ayuda a solucionar el problema ni reduce la falta de crédito que afecta al judicial, quizás todo lo contrario. Qué problema tenemos y lo incómodo es que no le veo solución a corto plazo. Como dice una doña del barrio: “¡La cosa ‘ta fea y nadie quiere un pedazo”! l

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