Justicia doblegada

Muchos se preguntan por qué mientras en otros países de la región muy similares al nuestro, como Guatemala o Panamá, las investigaciones de escándalos de corrupción pública han provocado dimisiones de presidentes, procesos en su contra y la…

Muchos se preguntan por qué mientras en otros países de la región muy similares al nuestro, como Guatemala o Panamá, las investigaciones de escándalos de corrupción pública han provocado dimisiones de presidentes, procesos en su contra y la de algunos de sus funcionarios, así como medidas de coerción y sentencias condenatorias, en nuestro país, sin que importe la magnitud del caso, todos permanecen tapados bajo el manto de la más cruel impunidad.

Lo cierto es que en esos países no existe un sistema de justicia modelo, ni un avanzado Estado de derecho, pero la diferencia radica en que a pesar de las debilidades que puedan tener sus sistemas de justicia los mismos tienen niveles de independencia respecto del poder ejecutivo.

Por el contrario, en nuestro país, tenemos una justicia que luego de un esperanzador tránsito por las vías de la independencia y la modernización de algo más de una década promovida en su momento por el expresidente Leonel Fernández, fue tomada por asalto por él mismo, a través de la imposición de candidatos para tener el control de la misma, a sabiendas de que ante la proximidad de su salida del poder esto constituiría la llave para evitar cualquier sentencia en su contra o la de sus cercanos colaboradores, como es el caso del exdirector de la OISOE y senador de San Juan de la Maguana, Félix Bautista.
Para muchos este fue un hecho que pasó por debajo de la mesa, unos porque no estaban en capacidad de dimensionar lo que significaba esa involución en nuestro sistema de justicia, y otros porque pensaron que controlando el ejecutivo y el congreso, el manejo de la justicia perdía importancia.

Lamentablemente nuestro poder judicial se ha convertido en carne de cañón en la ríspida lucha que divide a los dos líderes del PLD, único terreno en el que el pasado presidente tiene control, y talón de Aquiles del presidente Medina, quien dada su intención de reelegirse no puede hacer otra cosa que aceptar la impunidad y concederles la posibilidad de reelección en sus cargos, a los correligionarios de su rival.

Ese pulso cuyos resultados podrían variar en el tiempo a favor de uno o del otro, desgraciadamente ya tumbó a nuestra débil justicia, más expuesta que nunca a los vaivenes de la política.

La confirmación del no ha lugar que favoreció al senador de San Juan de la Maguana, es la clara expresión de que tenemos una Suprema Corte de Justicia doblegada ante el poder de un líder político, con una mayoría de jueces que actúan en total sumisión a sus mandatos, que pretenden exigir a los reductos de independencia que todavía existen allí que actúen por agradecimiento a quienes supuestamente los colocaron en sus cargos y no conforme a sus convicciones. Afortunadamente existen esas excepciones que ponen a la vista de todos quienes responsablemente desean hacer justicia y quienes están dispuestos a torcerla.

A nadie debe caberle duda en este país de la importancia de tener un sistema de justicia independiente, y del grave peligro que representa que un partido y algunos de sus líderes, controlen todos los poderes del Estado. Mientras ese sea el caso, por más crecimiento económico del que nos jactemos, el desarrollo será una quimera, porque sin separación de poderes, sin contrapesos e instituciones fuertes, las ambiciones de poder y la corrupción, serán las células cancerosas que acabarán con todas las buenas, en el debilitado cuerpo de nuestra nación.

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