Justo castigo

El crimen organizado es considerado el primer factor estimulante de violencia, y cuando ocurre un hecho sangriento con las características que tipifican su accionar, se piensa en quienes participan en esas actividades. Pero la conspiración para…

El crimen organizado es considerado el primer factor estimulante de violencia, y cuando ocurre un hecho sangriento con las características que tipifican su accionar, se piensa en quienes participan en esas actividades. Pero la conspiración para asesinar a una mujer, Suleica Flores Guzmán, sugiere otras realidades que no siempre son consideradas por la gente común y las propias autoridades.

Ese crimen al mismo tiempo arrastra de manera desconcertante a otra víctima, Natasha Sing, asesinada por quienes supuestamente fueron contratados por la abogada Sanhys Dotel Ramírez para matar a Flores Guzmán. Y múltiples personas racionalizan ese hecho en que los criminales habrían actuado “por confusión”. Sing vivía en la misma edificación que Flores Guzmán, tenía algunos rasgos parecidos y usaba un vehículo del mismo modelo.

¿Pero eso es suficiente? De lo que hablamos es de cómo se ha banalizado la vida en República Dominicana. Te matan no sólo por encargo, por dinero, sino porque te confundieron con otra persona. ¡Qué fatalidad!

Ya no se reserva la brutal modalidad criminal a los narcotraficantes o sus matarifes, sino que se convierte en un medio al servicio de ciudadanos comunes, de personas que se supone debían dirimir los conflictos por vía civilizada, en el marco de la ley.

Nadie quisiera imaginar que se trate de una tendencia en la sociedad. Preferimos creer que estamos ante un comportamiento marginal, pero ¿debe descartarse que otras personas no estén recurriendo a esos medios tan alevosos?

Si otros hechos de sangre son cometidos por encargo, si cualquier persona puede dirimir sus diferencias con otra por una vía tan letal y cobarde, si esa se convierte en una práctica habitual, ¿hacia dónde vamos?

Los cuerpos investigativos son desafiados con hechos cada vez más insólitos, que los obligan a mejorar los métodos de trabajo y a recurrir a la más alta inteligencia. O quizás a poner oídos, sin demasiadas complicaciones, en los rincones, calles y callejones de la República.

Las instituciones y los responsables de sancionar los ilícitos tienen que actuar con calidad, para que sus decisiones sirvan como disuasivos de las bajas pasiones que impulsan la violencia.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas