La cultura de la asimetría

Tanto en el ámbito público como en el privado, se identifica el maltrato de mujer a mujer (patrona-empleada) de hombre a hombre (jefe–subalterno) adulto a niño (padre-hijos, docentes-estudiantes). Todas tienen en común la vulnerabilidad o circunstan

Tanto en el ámbito público como en el privado, se identifica el maltrato de mujer a mujer (patrona-empleada) de hombre a hombre (jefe–subalterno) adulto a niño (padre-hijos, docentes-estudiantes). Todas tienen en común la vulnerabilidad o circunstancia precaria que atraviesa otra persona; así como la condición indefensa de los niños que dependen completamente de los adultos.

Tomando en cuenta las asimetrías planteadas por el Dr. Lorente y el Prof. Bruni, reconocemos que la relación adulto-niñez es asimétrica. También la de empleador y subalterno; entre hombre y mujer. Esta última, por diferencias de fuerzas físicas y por las condiciones en que a veces la mujer es colocada. Muchas veces depende económicamente del hombre, quien además trata de alejarla de su círculo familiar que le protege, si es que lo tiene, o simplemente porque la cultura le atribuye la superioridad al hombre.

Inconsciencia, consentimiento o cultura subyacen y conviven con el maltrato. Seguramente existe algún testigo silente cuando en la casa alguien da una pela, cuando el maestro maltrata a sus alumnos en la escuela.

Bauman en su libro “Cultura líquida”, refiere una cultura que acostumbra a cambiar cosas frecuentemente: auto, muebles, aparatos electrónicos y otras cosas anheladas y obtenidas con mucho esfuerzo. Llega un modelo o versión nueva, inmediatamente se pierde el interés por lo actual y se llega a “sentir la necesidad” de cambiar aquello alcanzado. Este sentimiento sobre los objetos se extrapola al plano afectivo de las personas.

Otro elemento cultural que ha sido capaz de instalarse en los sentimientos, es el modelo relacional de fuerzas que subyace en la economía de mercado desregulado. Supuestamente significa sin regulaciones, pero sí tiene regla: la ley del más fuerte.

Esa misma ley entra en las empresas y fábricas, donde el patrón atropella al empleado. Entra en los hogares, entre hombre y mujer, y sigue hacia los indefensos en una espiral de relaciones de fuerzas.

Intervenir el problema de la violencia implica esta interpretación y abordaje holístico, que rompa con esta espiral cultural.

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