Las cifras de pobreza

El Estado dominicano no deja de sorprendernos con cifras que desafían la lógica. Cuando pensábamos que la cuestión se limitaba al crecimiento del PIB, el mismo Presidente de la República da a conocer una estimación de la evolución de la pobreza&#82

El Estado dominicano no deja de sorprendernos con cifras que desafían la lógica. Cuando pensábamos que la cuestión se limitaba al crecimiento del PIB, el mismo Presidente de la República da a conocer una estimación de la evolución de la pobreza monetaria extremadamente difícil de explicar. Dijo que en los últimos 18 meses la incidencia de la pobreza se había reducido en 6 puntos porcentuales, que más de medio millón de personas había salido de la pobreza y casi un cuarto de millón de la indigencia. Presumiblemente, se trata de la evolución entre octubre de 2012 y abril de 2014 porque las estimaciones de pobreza se basan en la información que recoge la encuesta de fuerza de trabajo que hace el Banco Central en esos dos meses del año.

Desafortunadamente, si el gobierno no quiere seguir abonando al descrédito de las estadísticas públicas, deberá explicar en detalle cómo fue posible que la incidencia de la pobreza y la indigencia se hayan reducido tanto mientras la economía creció menos de lo normal, mientras la tasa de desempleo no se modificó, y mientras los ingresos laborales apenas crecieron.

Según lo registra el Banco Central, en 2012 la producción nacional total (medida por el PIB) creció en 3.9% comparado con la producción de 2011, mientras en 2013 lo hizo en 4.1%. Como es conocido, se trata de un ritmo de crecimiento por debajo del promedio histórico del país. Adicionalmente, es un crecimiento insuficiente para reducir la tasa de desempleo. La evidencia estadística indica que la economía debería crecer entre 4.5% y 5% para reducir la desocupación abierta.

A pesar de ese nivel de crecimiento, el Banco Central reportó que entre octubre de 2012 y abril de 2014 la tasa de desempleo no aumentó sino que quedó prácticamente inmóvil en términos estadísticos pues apenas bajó desde 15.1% hasta 14.9%.

Igualmente, en ese período, el promedio de los ingresos laborales reales, es decir, el poder de compra de los salarios y de otros ingresos por trabajo, se incrementó en menos de un 4%; en términos nominales crecieron algo menos de un 10% pero como la inflación acumulada fue de algo más de 6%, en términos reales el crecimiento fue mucho menor.

Ese contexto sencillamente no da, ni por asomo, para una reducción tan abrupta de la pobreza. Esto hace de la cifra una muy poco razonable y poco creíble. De haber sido así, nunca antes la pobreza se habría reducido tanto en tan poco tiempo y en condiciones tan poco favorables. Para que se tenga una idea, la mayor caída anual de la pobreza fue en 2006, un año en que la economía creció más del doble que en 2013 y el desempleo se redujo en 1.7 puntos porcentuales;  pero la caída de la pobreza fue de sólo 3.6 puntos porcentuales. La vez que la pobreza se redujo en 6 puntos porcentuales tomó 3 años (entre 2005 y 2007) de alto crecimiento económico.

Para información general, la incidencia de la pobreza mide la proporción de personas o de hogares que no recibe un ingreso suficiente como para adquirir una canasta básica de bienes y servicios. A partir de una encuesta que recoge los ingresos de las personas y de los hogares, y del cambio en los precios de esa canasta, las autoridades actualizan continuamente los datos de pobreza. Si los ingresos aumentan como resultado, por ejemplo, de un aumento del empleo, de los salarios, de las remesas o la asistencia monetaria del gobierno mientras el aumento del precio de la canasta básica aumenta poco, se esperaría una reducción de la incidencia de la pobreza.

A menos que haya una crisis como la de 2003-2004, la pobreza monetaria o de ingresos es un indicador que tiende a moverse lentamente. Como se vio, en los últimos meses no ha habido cambios importantes en las variables que inciden en la pobreza de ingresos. La inflación ha sido baja, también el aumento de los ingresos de los hogares, y los fondos públicos para asistencia social no han cambiado significativamente porque, sabiamente, los nuevos énfasis de la política social han sido otros.

Es de rigor que las autoridades aclaren esa cifra, que expliquen cómo fue posible algo tan inesperado, o que rectifiquen. Es lo mínimo que se les puede pedir para que la credibilidad de los números oficiales no continúe en caída libre.

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