Las elecciones criollas, todas

Un elemento negativo de la cultura criolla, es lo que  significa “elecciones” para el dominicano. La capacidad de seleccionar quienes van a dirigir el país, un municipio, un gremio profesional o un club social, es ejercicio supremo de una democracia

Un elemento negativo de la cultura criolla, es lo que  significa “elecciones” para el dominicano. La capacidad de seleccionar quienes van a dirigir el país, un municipio, un gremio profesional o un club social, es ejercicio supremo de una democracia que no alcanzamos a comprender y mucho menos asimilar. “Aquí, esa vaina e así”, resume la expresión popular que anestesia la inteligencia y fuerza a creer que el Caribe tropical trasmutó la democracia en su origen griego y la adaptó a ritmo de merengue y bachata, le dio color y cadencia de mulata criolla, en base a sol, arena y playas y le imprimió sabor a caña, a clerén, a ron. La reinventamos y solo falta bautizarla como “dominicracia”, extranjera aplatanada que conserva en el fondo, el dejo de su génesis helénica. Inés Aizpun, cuando editorialista del Diario Libre, compromete la inteligencia y obliga al análisis retrospectivo, en el editorial del pasado martes 14, que desborda calidad y puntual agudeza. Dice Inés: “Las del PLD, las del PRD, las del colegio de abogados, de médicos, de profesores. Las elecciones municipales, por supuesto. Las elecciones presidenciales y legislativas. Todas las elecciones. La democracia es joven, pero votar debería ser ya un acto menos traumático. La sobreactuación de los partidos políticos convierte cada torneo electoral en un drama. Es algo forzado, exagerado, tenso. Sillas que vuelan, urnas secuestradas, disparos, déficit fiscales astronómicos… lo que haga falta para ganar unas elecciones. La JCE nos hace creer que la organización de las elecciones cada cuatro años implica reinventar la rueda. Hasta una entelequia como el Colegio de Abogados es un campo de batalla”. Le añado: falta que hacen los César Estrella Sahdalá que con su carisma, honestidad proverbial, practicidad y  filosofía del ahorro procesal y económico, revivieron la confianza perdida en las elecciones nacionales.

Continúa: “Tanto dramatismo en tan distintos escenarios y un argumento común: el control del dinero público. Nuestros impuestos alimentan -además de unos deficientes servicios públicos- un complejo sistema de subvenciones disfrazadas de democracia. El dinero que nos cuestan los políticos (su corrupción, su aparataje, sus beneficios colaterales), los partidos y su arquitectura de control de la sociedad es dinero sustraído a la educación, a la salud, al desarrollo. Las elecciones a cualquier nivel han perdido su sentido y esencia, secuestradas por unos partidos políticos que manipulan la voluntad popular y la convierten en su coartada. Ese dinero que cuestan los políticos sale de nuestros impuestos. Y son los políticos los que deciden cuántos impuestos debemos pagar”. Si Ud. Conserva la idea de que el boxeo, la manopla o la turba son parte del instrumental eleccionario y que el balazo al dirigente se lo buscó “pol freco”, se J… la democracia pura y que viva nuestro engendro!!!

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