Ley, ética y pensamiento

Si la Ley debe estar estructurada para beneficiar a la sociedad y esta en su conjunto es “la manifestación exterior de nuestros pensamientos” (Nassir Rodríguez: http://elpaisdominicano.com.do/2015/06/15/tinta-roja-el-lenguaje-secreto-de-la-ley/),&#8

Si la Ley debe estar estructurada para beneficiar a la sociedad y esta en su conjunto es “la manifestación exterior de nuestros pensamientos” (Nassir Rodríguez: http://elpaisdominicano.com.do/2015/06/15/tinta-roja-el-lenguaje-secreto-de-la-ley/), habría que partir de la tesis de que el texto de la misma reúne ideas o propuestas de la mayoría de los miembros de la sociedad, luego de debates y búsqueda de consenso entre estos. Sin embargo, aquí radica la gran farsa de la democracia, que es la estafa de la “representación”.

La democracia es un engaño pactado y necesario para la convivencia social, pero sus actores deben cumplir fielmente su rol y los nuestros nos han robado el escenario con todo y libreto, razón por la cual nuestra “democracia representativa” no funciona correctamente.

Los “actores” con capacidad legislativa podrían válidamente ponerse de acuerdo para trazar un modelo de sociedad, independientemente de aspectos deontológicos, con la que la mayoría de los miembros del grupo social no estén de acuerdo. Incluso hasta podrían procurar imponer un determinado tipo de “moralidad” a los miembros de la comunidad, castigando la “inmoralidad”, o una “supuesta” inmoralidad, mediante la ley (Dworkin).

Si los legisladores se pusieren de acuerdo y determinaran que en el país serían legales las bodas de parejas de un mismo sexo y que estas podrían adoptar niños mediante un procedimiento expedito, consideraría usted esta ley como “correcta”, éticamente hablando. ¿Y, si pensamos en representación o participación, hablaron con usted?

En la primera pregunta, seguro la ética iría de la mano con la concepción política del que responde y las posibles respuestas podrían ser tan distintas como la cantidad de opinantes, incluso dentro de un mismo espectro ideológico.

Alguien con concepciones liberales podría responder que lo ve bien; que cada cual tiene el derecho de autodefinir su vida, con la condición de que no dañe a otros. Razón por la cual lo vería como “éticamente correcto”. Y, sobre la segunda pregunta, quizás como ve correcta la ley, diría que no hablaron con él (los legisladores nunca lo hacen), pero que no era necesario.

Ahora bien, alguien con concepciones políticas conservadoras y, por ende, con una ética más tradicional (ambas igualmente válidas), respondería a la primera pregunta con un “NO” rotundo; que esa ley es incorrecta y ajena a “lo bueno” y que la sociedad marcha a su disolución. La respuesta a la segunda pregunta sería que no hablaron con él, y que esa ley no representa sus ideales ni sus intereses.

Al respecto un legalista diría que para la convivencia pacífica y la estabilidad social se usó el método aceptado y dentro de los cánones establecidos (contrato social), que esa ley es la expresión de “las mayorías” y debe ser acatada. Además, como la moral es particular y validar o invalidar reglas morales (Rawls) aunque razonablemente posible, es metodológicamente difícil, debemos concluir en una lógica separación entre lo moral y lo legal.

De esta manera el liberal podría decir que esa ley representa lo que él cree. Sin embargo, el conservador diría, hablando de que “la ley exterioriza nuestros pensamientos”, que le robaron hasta eso y que no es “justa” (aquí “justicia” equivaldría a “ética”). Afirmaría también que esa ley no se dirige al “sentido de justicia de la mayoría” (Rawls), y luego de haber realizado los “procesos democráticos corrientes” para corregirla y estos no dar resultado, la creería ineficiente en virtud de que no beneficia a “todos los ciudadanos”, buscando justificación teórica -en el lenguaje- para la desobediencia a la norma.

La ley exterioriza pensamientos, es cierto, ¿pero de quiénes?

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