Un dominicano que trabaja como funcionario en el departamento de Educación de Nueva York, ha planteado un enfoque interesante sobre uno de los agentes más importantes en el sistema educativo. Se trata del director de escuela, el gran ausente en todos los debates sobre esta cuestión.
El director de escuela, que en el pasado era nombrado en atención a vínculos, hoy debe pasar por la prueba del concurso. El director es una suerte de administrador que se maneja con escaso o ningún personal. En alguna escuela quizás con la ayuda de una secretaria, un subdirector y quizás un coordinador docente por área. Ese es el equipo esencial de una escuela dominicana de importancia media.
Pero observando lo que plantea Robert Mereces, sobre el papel del director en las escuelas norteamericanas, quizás esa figura deba jugar roles más significativos. Pero primero debe ser parte activa en el sistema.
Hoy día, en el país existe un fuerte movimiento por mejorar los recursos que se gastan en la educación, pero es una “lucha” que llevan a cabo organizaciones sociales o educativas. Los profesores se involucran por la vía de su gremio, pero el director, o la directora, la persona que tiene a cargo la gestión de dirección, no se percibe en los procesos por la mejoría de la educación.
Y la realidad es que para cualquier fin, debería estar, participar. Quizás sea necesaria una asociación de directores, que analicen los problemas de la educación, sobre la base de la cotidianidad que viven. Ellos manejan los asuntos administrativos, desde el suministro de tiza, papelería, limpieza, disciplina, etcétera, y se supone que orientan el centro académico.
Pero en el debate de la materia educativa el director es el gran ausente.
La reflexión del educador Robert Mereces de NY, induce a pensar que las escuelas pueden ser mejoradas si se estimula el papel de los directores, si se promueve la descentralización y se revisa la gestión educativa a partir de las aulas, el maestro y la dirección y no desde arriba, como ahora.
