Los “letrados” de la radio nacional

Así como las redes sociales facilitan que cualquiera que no domine la ortografía pueda escribir lo que se le ocurra sin el más mínimo decoro, como quien habla sin pensar, con igual libertad y mayor desparpajo aún, se están conduciendo muchos…

Así como las redes sociales facilitan que cualquiera que no domine la ortografía pueda escribir lo que se le ocurra sin el más mínimo decoro, como quien habla sin pensar, con igual libertad y mayor desparpajo aún, se están conduciendo muchos de quienes se hacen llamar locutores, comentaristas o comunicadores de nuestra radio nacional, con rarísimas excepciones.

Resulta deprimente encender la radio y escuchar a algunos de estos. Les falta todo lo que exige este oficio. Articulación y dicción, tono, adecuada intensidad de la voz, dominio del tema en cuestión, de las especialidades de la locución y conocimiento cultural.

Hacen alarde de vulgaridad y barbaridades, cuando no de su falta de conocimiento del tema que abordan, como si de una gracia se tratase su hazaña.

La carencia del manejo del idioma en que se desenvuelven, los hace aún menos agradable al radio escucha. No saben cuándo si y cuando no recalcar, menos aun cuando hay que recurrir a las pausas en una oración. Se saltan vocales, se comen consonantes, sobre actúan perdiendo la naturalidad que distingue a todo buen locutor sin llegar al irrespeto.

Se precisa con urgencia exigir una formación a la altura del oficio de quien toma un micrófono. No se puede continuar con esta práctica tan dañina que atenta con la educación y la información. Por fortuna, la mayoría de las veces estamos en plena libertad de evitar esa contaminación auditiva, basta con no encender la radio. Pero no debemos pensar de manera individual. Hay que pensar en la cantidad de personas que encuentran en la radio el medio más asequible e idóneo para estar comunicados e informados. La mayoría. Sin sensacionalismos, me atrevo a asegurar que la radio vive el peor momento en cuanto a contenido se refiere de parte de ciertos “comunicadores” y “locutores”.

Pocos, poquísimos, están a la altura del oficio. Si los someten a las debidas evaluaciones relativas al oficio, segura estoy que con los dedos de una mano se pueden contar aquellos que la superan.

Rescatemos nuestros valores, exijamos respeto. La radio nacional no puede seguir nutriéndose de personajes que recurren a la vulgaridad y al irrespeto, haciendo alarde de su falta de cultura, de valores y de conocimiento en general, en el mejor de los casos. Y, en el peor, de su prepotencia y bravuconerías.

Si existen normas, pues que los sometan a regulaciones. Y si no, pues que las creen. Hoy, más que nunca, se necesita de la educación en todos los escenarios de la vida nacional, y qué mejor medio que la radio para lograrlo. Si seguimos en la dirección errada, estaremos no solo desperdiciando un valioso medio, estaremos contribuyendo con mensajes errados al deterioro de nuestra sociedad, que a gritos pide urgente una renovación desde lo más alto.

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