Los tesoros de nuestros mares

La Hispaniola fue una escala obligatoria para los barcos que atravesaban el mar desde Europa hacia la recién “descubierta” América…

La Hispaniola fue una escala obligatoria para los barcos que atravesaban el mar desde Europa hacia la recién “descubierta” América y, ¿por qué no decirlo?, un paraíso para los comerciantes de la época que traían y llevaban riquezas de continente a continente. Muchas de esas embarcaciones, sin embargo, naufragaron y dejaron en el fondo del mar miles de piezas invaluables. Decenas de naufragios se han descubierto en nuestro litoral desde que en el año 1976 se encontraron, próximo a Samaná, los restos del galeón español Nuestra Señora de la Guadalupe que naufragó en el año 1724.

El descubrimiento de la Guadalupe fue tan significativo que se creó la Dirección General de Patrimonio Cultural Subacuático para  elaborar y ejecutar los programas de rescate de bienes culturales que duermen en las costas del país.

La Dirección es una dependencia del Ministerio de Cultura y tiene más de 30 años ejecutando programas de estudio, rescate, restauración y puesta en valor de los bienes sumergidos.

Su valor está en los tesoros, instrumentos de uso cotidiano, mercancías y otros objetos que la entidad localiza, conserva y posteriormente entrega a los museos para consumo de las generaciones venideras.

Miles de piezas procedentes de al menos 20 naufragios se han encontrado en costas dominicanas, desde que fue creada la Dirección General del Patrimonio Cultural Subacuático (DGPCS), en febrero del 1979.

Estos objetos se han convertido en testigos de la época más antigua de la historia de la República Dominicana, cuando la isla fue colonizada. “Aquí talvez se pueda encontrar con mayor pureza los bienes que representan el encuentro entre dos mundos”, explica el director general de DGPCS, Wilfredo Féliz.

Los viajes en barcos, para la época de los siglos XVI, XVII y XVIII, duraban meses en el océano. Esto implicaba que las naves traían y llevaban consigo, desde los animales vivos que comerían durante la travesía, vajillas e insignias religiosas, hasta las joyas, ornamentos y juegos para entretenerse en el mar; además de los utensilios navales, militares y de comercio que utilizaban. Todo esto se halla en las expediciones.

“Quienes hablan son los objetos. Son los bienes culturales de todo tipo, dónde se encuentran y cómo se encuentran cada uno de ellos, los que hablan y dicen su historia”, señala Martha Roquel, arqueóloga y directora científica del organismo. De ellos es posible saber la procedencia del barco, si llegaban de Europa o iban cargados desde América y si incluso, las naves se dedicaban al contrabando.

¿Cómo inicia todo?

De fuentes documentales sobre embarcaciones y sus viajes se sustentan los proyectos para llevar a cabo las exploraciones; usualmente las informaciones son intercambios entre el Archivo General de Indias, en Sevilla, y la Dirección. La Marina de Guerra, descendientes de sobrevivientes y los pescadores también funcionan como alerta a descubrimientos, es el caso del barco Guadalupe.

Según cuenta Francis Soto, director técnico del Patrimonio  Cultural Subacuático, este primer hallazgo en el país se produjo porque unos lugareños de Samaná estaban vendiendo vasos de cristal y monedas de oro en la calle. “De ahí  se crea la comisión de rescate que en ese entonces no existía”, explica.

La DGPCS cuenta con varias entidades privadas que ayudan a costear las expediciones. “El Estado comparte los gastos de exploración y rescate con esas empresas, y posteriormente las compensa por los bienes que rescatan. No es una labor de buscar y sacar cosas, es una labor de carácter científico muy riguroso y exigente”, explica Féliz.

Almacén y laboratorios

Una vez que se tienen los hallazgos, pasan al laboratorio. Los objetos pueden perderse a simple vista, porque con los años los corales se incrustan de tal manera que se perciben como parte del fondo marino. “Primero se debe estudiar la pieza con rayos X para determinar si resiste el tratamiento de electrolisis”,  indica Francisco Corniel, quien es conservador de bienes culturales. Este último proceso quita las sales y corales, devolviendo al objeto a su estado original.

El destino privilegiado de las piezas, una vez son restauradas y se determina del todo su origen, son los museos. Sin embargo, Corniel lamenta que muchas se quedan guardadas en el almacén porque no hay museos suficientes para guardar estos tesoros marinos.

En los naufragios se han hallado objetos personales y de ocio, joyas, insignias religiosas, utensilios militares, navales y vajillas”.
Wilfredo Féliz
Director de la DGPCS

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