Manuel Arsenio Ureña, modelo criollo

Su nombre es sinónimo de filantropía, superación, de educación, solidaridad y conciencia social, laboriosidad, sinceridad y sencillez, transparencia, compromiso con su lugar nativo, con su región y con el país.

Su nombre es sinónimo de filantropía, superación, de educación, solidaridad y conciencia social, laboriosidad, sinceridad y sencillez, transparencia, compromiso con su lugar nativo, con su región y con el país. Creía en la gente y vivió de manera coherente con sus principios y vocación de propiciar oportunidades de superación personal; el Banco ADEMI, gran plataforma para el microcrédito, donde potenció lo iniciado por Camilo Lluberes como propiciador de financiamiento para los ricos en ideas y voluntades, así escasos de recursos y garantías.

La vida de Manuel Arsenio debe ser estudiada como ejemplo de superación y de humildad consciente, que ligaron sus orígenes al compromiso de ayudar a los necesitados. Guama, paraje de San José de las Matas, enclavado en la Sierra, donde vino a la vida y transcurrieron, en condiciones de extrema pobreza, sus primeros años. Sus padres dieron a él y 5 hermanos, la educación de hogar cristiano y creyente, con  principios rectores de vida y amor al trabajo tesonero.

Relató sin rubor, que caminaba descalzo 7 km hacia la escuela y se puso sus primeros zapatos a los 8 años, que le prestaron para la primera comunión. 

Emigra a Santiago donde un hermano mayor le coloca en un “colmado” donde probablemente desarrolla sus dotes de comerciante, como le gustaba ser llamado, en contraposición a “empresario”. 

Quienes conocimos aspectos medulares de su fructífera personalidad, entendimos desde el primer contacto, que era un ser extraordinario, convencido de que la educación es fundamento del progreso personal y de la nación.

Propició, de manera discreta, programas de erradicación del analfabetismo en su zona de mayor influencia.

Fue motor del Plan Sierra junto a Monseñor Roque Adames, desarrollando infinitos programas de conservación y reforestación, haciendo al campesino, actor principal de una relación equilibrada entre el hombre y la naturaleza.

Su amor por el agua y el verde fueron norma de vida que junto a sus especiales dotes llenan de orgullo  a Camelia, su esposa y a los que heredan su estirpe.  

En el 2000, llevé a él la propuesta de César Estrella Sahdalá, para acompañarlo en la boleta electoral como candidato a la Vice Presidencia.

Lo sopesó y consultó con su familia y con gran pesar me dijo que aunque le tentaba acompañar a un hombre de esa estatura, su núcleo familiar no quería verlo envuelto en la tortuosa política criolla.

Me consta que Estrella Sahdalá sintió gran pesar por esa decisión personal, de quien consideraba un prohombre. Deja MAU un enorme caudal de valor humano, trabajo productivo y de compromiso ciudadano.

Sus logros personales y la limpia fortuna que produjo con  el éxito en sus negocios, sus altas posiciones, el Plan Sierra, el Banco Ademi y muchas más, no afectaron su humana sencillez.

Lástima que no se pueda clonar a los hombres como él, para llenar el país de ciudadanos de primera clase.

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